Elecciones del 4-M
Colmenarejo lleva más de veinte años con una población casi clavada. Ahora mismo cuenta con 9.652 habitantes, pero, centenar arriba o abajo, nunca sobrepasa los 10.000. Quizá sea este el factor que explica un misterio demoscópico que es casi un milagro. Desde las elecciones autonómicas de 1999, los colmenarejanos llevan votando en una proporción casi idéntica a la que arroja el resultado final del resto de la comunidad. Este extraño efecto «copycat» le ha valido el sobrenombre de «Ohio madrileño», en referencia al estado americano que desde 1864 manda en la elección presidencial. Solo ha habido tres candidatos que han logrado mudarse a la Casa Blanca sin ganar allí en toda la historia.
Pero volviendo a esta localidad de las estribaciones de la Sierra de Guadarrama, su capacidad de predicción demoscópica está tan sumamente probada que los sondeos preelectorales deberían realizarse solo aquí. Y yendo más allá, como el que gana aquí lo hace en la comunidad entera, los partidos políticos harían bien en echar el resto en sus mítines en esta localidad. En lugar de eso, las sedes de las principales formaciones hace años que echaron el cierre y, en su lugar, de vez en cuando acuden militantes de unas u otras siglas a montar carpas informativas en la plaza del Ayuntamiento, el centro neurálgico de Colmenarejo.
Sentada en una terraza en esa misma plaza, Silvia Mascaray repasa la vida reciente de un pueblo al que ella se mudó en 1999. La que ahora es directora del Centro Cultural Manuel Entero, a solo unos metros de distancia, recuerda el «boom» demográfico que experimentó a principios de siglo. Muchas familias con niños pequeños como ella se instalaron aquí buscando un lugar idóneo «para criar a nuestros hijos». En aquel momento, las calles comenzaron a asfaltarse y arrancaron una serie de suministros y servicios que hasta el momento eran inexistentes. Sin embargo, el acierto municipal de prohibir la construcción por encima de las dos alturas salvó al lugar de un desarrollo urbanístico descontrolado que habría arruinado su encanto.
Esta psicóloga social explica que la población la integran en una amplia mayoría ciudadanos con estudios superiores, «gente interesada por la cultura y la participación». Cuenta, además, con una proporción de inmigrantes inferior a la de otros municipios vecinos pese a contar con 52 nacionalidades. Su desarrollo económico también es inferior al del resto de la comarca.
En opinión de Silvia, quizá sea justamente esa característica, la de no ser ni muy grandes ni muy pequeños, una clave «que ayude a explicar por qué somos tan representativos». Eso y el hecho diferencial para un municipio de esta dimensión de contar con un campus universitario de la Carlos III que ha mejorado la comunicación de la red de transportes de manera ostensible. Cada diez minutos pasa un autobús que conecta alguna de sus seis paradas con el centro de Madrid y que ha convertido este distrito en otro barrio dormitorio de la capital.
La pregunta del millón no tarda en aparecer en la conversación: ¿cómo va a votar Colmenarejo el próximo cuatro de mayo? Silvia Mascaray no se atreve con un pronóstico ante una cita «que nos ha pillado a todos por sorpresa porque ahora no tocaba». En cualquier caso, asegura que «ahora no podría afirmar que este sea un pueblo de izquierdas, como sí lo fue durante muchos años». La hermana del socialista y colmenarejano Gregorio Peces-Barba, María Isabel, fue su alcaldesa entre 1999 y 2011 encabezando una lista independiente.
A solo dos semanas de la cita electoral, el ambiente que se respira es extremadamente tranquilo. Entre otras cosas porque, como ilustra Mascaray, «aquí no prospera nada desde el punto de vista comercial, apenas hay establecimientos; no puedes comprar ni una bobina de hilo. Ni siquiera marchan bien los bares, hay un traspaso detrás de otro». Durante la pandemia sí han vivido más trasiego por la cantidad de madrileños que vinieron buscando un poco de aire, una alternativa a la asfixiante ciudad.
Almudena Orozco, concejal del PP entre 2002 y 2006, sí se atreve a apostar: «Ciudadanos no se va a llevar nada; Más Madrid, tampoco. En cambio, el PSOE subirá porque recogerá los votos de Podemos y de MM. Los populares también vamos a crecer por la parte de Cs. Pero vamos, en la Comunidad va a arrasar Isabel Díaz Ayuso porque lo está haciendo estupendamente». Dice que ahora, con esta presidenta, «ser del PP es lo más fácil del mundo», pero que ella, que lleva dos pulseras y una mascarilla con el logo del partido, nunca dejó de serlo. No cree que Colmenarejo sea de izquierdas, de hecho, «los antiguos del lugar son más bien de derechas y los que hemos venido luego, también». Aunque lo cierto es que la última cita de 2019 se la llevó, en porcentaje de votos, el PSOE. Igual que en el resto de la comunidad.
La concejal de Cultura, Educación y Mayores, Montserrat Palazón, reconoce que «aquí nadie sabíamos que éramos el Ohio madrileño hasta ahora, siempre hemos pasado muy desapercibidos». Representante de «Vecinos por Colmenarejo», Palazón anticipa que «en este pueblo el que va a ganar es el Partido Popular, y Ciudadanos, que fue la segunda fuerza hace dos años, va a desaparecer». Como ocurre en el resto de municipios madrileños, «cuando hablas con los dueños de los bares te das cuenta rápidamente de que están con Díaz Ayuso, les guste o no la candidata popular, Te dicen que la van a votar porque, gracias a ella, sus familias pueden seguir comiendo. Eso es lo que le importa al autónomo».
Montserrat tampoco duda del castigo que se va a llevar Pablo Iglesias «por el capricho de dejar la Vicepresidencia del Gobierno para presentarse como candidato a la Comunidad de Madrid. Esta será una de las razones de que suban los socialistas». En cambio, de Más Madrid «se oye más bien poco, ni siquiera han venido montar aún una mesa informativa en la plaza del Ayuntamiento, algo que sí han hecho los de Vox en diversas ocasiones». Ella, igual que Silvia Mascaray, igual Almudena Orozco, va a votar por el mismo partido que lo hizo en 2019. Veremos si el resto de parroquianos de Colmenarejo siguen su ejemplo y, por primera vez en más de veinte años, se distinguen del resto de madrileños.