Fika: las delicias de la profe chilena que cambió las pizarras por las tartaletas

Más que el amor, lo que mueve el mundo es la pasión. Es muy agradable ver cómo las personas cambian su vida y a veces la ponen patas arriba para triunfar poniendo en práctica lo que realmente les gusta. Este es el caso de Fran Bravo, chilena afincada en Madrid con mucho mundo a sus espaldas y una portentosa habilidad para la repostería francesa. Estudió Magisterio en su país, pero tuvo claro que lo suyo, lo que le removía por dentro, era la pastelería, que la volvía loca desde sus años de universitaria. Hoy, sus tartaletas (imposible probar solo un trocito), bizcochos y golosas creaciones hacen las delicias de los vecinos de la calle Costa Rica, donde tiene su pequeña tienda-obrador.

Dulce y atenta, es una trabajadora nata. Solo cuenta con la ayuda de una camarera que la ayuda a despachar los fines de semana. El resto del tiempo, ella sola se encarga de atender al personal y, por supuesto, de elaborar todas las tartaletas, bizcochos, tartas, financiers y similares exquisiteces que ponen en jaque la operación bikini, esa horrible privación del disfrute al que muchos se someten para lucir esbeltos en Semana Santa. Es la nueva Cuaresma. Los que gozamos en plenitud, a cosa de unos centímetros más, encontramos en su mostrador un sinfín de delicias que prepara de manera totalmente artesana. En su despensa no hay conservantes ni colorantes químicos, solo mantequilla de la buena, selecto chocolate, frutas, frutos secos y harina, mucha harina.

Las tartaletas son la especialidad de Fika (palabra sueca que significa ‘un momento para un café y algo dulce con amigos y familia’). En formato individual o más grandes, es especialmente reseñable la calidad de la canónica base de masa sablé, elaborada a la francesa, comme il faut, con azúcar glass y mantequilla de calidad. Es crujiente y se deshace fácilmente, pero también con la necesaria contundencia para dar cabida a los ricos rellenos de Fran: limón y merengue; limón, albahaca y frambuesa (una fantasía, como se dice ahora); maracuyá para los que quieren ritmo tropical o banoffee, gloriosa mezcla de dulce de leche y plátano.

También resultan deliciosos sus bizcochos, como los de plátano o zanahoria, o los muy franceses financiers, que llevan harina de almendra y son muy típicos de Francia. A la maestra repostera le tira el recetario del país vecino, pero también borda especialidades de la galguería de otras nacionalidades. Así, cautiva al personal con jugosos brownies, con una amplia selección de cheesecakes de toda clase (ojo a la de pera y albahaca), tiramisús, bakewells de almendra con frutos rojos o pasteles de caramelo y chocolate con pecanas. Es como la ONU, pero para comérselo todo a gusto y en plan bien.

Esta profesora reconvertida en repostera también piensa en el amplio colectivo de las personas con alergias o intolerancias alimentarias. Para ellos, hay especialidades como el bizcocho de pera y almendra –sin azúcar, gluten ni lactosa, pero bien bueno— o la tarta de chocolate al 70 %, sin gluten y con un extra de sabor para los que amamos este fruto, regalo de los dioses.

Las creaciones de Fika se pueden adquirir en su obrador del barrio de Hispanoamérica (tiene una zona de degustación con buen café y terracita en los meses cálidos) pero también a través de su página web, que dispone de tienda online con envío a domicilio o recogida en tienda. ¡Esto sí que es un buen ejemplo de mujer emprendedora y fuerte! Larga vida a Fika, que nos siga ayudando a saltarnos la dieta con los mejores sabores.

Las tartaletas son las reinas del universo Fika. Fran elabora su base de masa sablé con mantequilla selecta y azúcar glass y ofrece toda clase de sabores. ¿Las más recomendables? No se pierdan la de limón, albahaca y frambuesa