Juegos Paralímpicos

Jota, el triatleta madrileño que perdió la vista y ahora acaricia París

Natural de Buitrago de Lozoya, ya participó en Tokio 2021 y ahora aspira a clasificarse para los Juegos Olímpicos

Jota, deportista paralímpico de triatlón
Jota, deportista paralímpico de triatlónCedida

El Foro Empresarial de Madrid puso altavoz esta semana al triatleta paralímpico en Tokio 2021 y, si logra clasificarse, también París 2024. Se trata de José Luis García Serrano, alias «Jota», quien gracias al deporte y a las conexiones que ha forjado con el mismo, ha logrado superar las dificultades a lo largo de su vida. Su historia no deja indiferente a nadie y si algo quedó claro tras escucharlo es que «tú haz planes, que la vida se reirá de ellos».

«¿Quién no se identifica con esta afirmación?», preguntó Jota, «todos estamos en ese subir y bajar de la vida, el ir continuamente adaptándose a lo que viene, y más es estos tiempos tan cambiantes. El saber hacerlo es el éxito», apostilla.

Jota óptico y fisioterapeuta; pero también es ciego y deportista paralímpico, compitiendo la disciplina del triatlón. Nada, monta en bici y corre en una hora dando lo máximo de sí mismo, explica. Pero antes de llegar hasta aquí tuvo que atravesar numerosos baches a lo largo del camino. Le diagnosticaron una enfermedad en la vista a los ocho años: «Empecé con problemas en clase, no veía bien la pizarra. Después de muchas visitas a oftalmólogos me hablaron de una enfermedad que no era grave y que tenía tratamiento». Sin embargo, hasta los doce años fue perdiendo visión progresivamente. «Jugando al fútbol perdía la pelota del terreno de juego, e incluso las caras de mis compañeros a más de un metro». La situación llegó al límite y a los 14 años se sometió a una operación. Tras ello, llegaron los objetos nítidos, las letras distinguidas y los colores identificados, una novedad para un niño que pensaba que esa piedra en el camino ya se había pasado.

En 2006 Jota se encontraba practicando ski cuando empezó a notar un dolor muy fuerte en el ojo derecho, tanto que acabó en el hospital recibiendo malas noticias: un glaucoma en el ojo derecho y, por sorpresa, el izquierdo, aunque de forma asintomática, tampoco quedaba a salvo. «Todo empezó a complicarse mucho, en mayo perdí la vista completa del ojo izquierdo, aunque con el derecho me defendía», cuenta. Otra intervención en Barcelona no resolvió los problemas, «no imagináis el caos y la incertidumbre que pasaba por mi cabeza», dice Jota. «Si estuvieras en Ibiza enfrente de una playa, no ver sería un problema; pero estando en el hospital, tampoco te pierdes mucho», le dijo un amigo para animarlo. Tú haz planes que la vida se reirá de ellos.

Jota aprovecha las pausas que hace mientras cuenta su historia para subrayar la importancia de la familia y los amigos en estas circunstancias, sintiéndose un «absoluto privilegiado» por contar con una red de apoyo que lo mantuvieron en pie cuando él no encontraba el sentido a estarlo. «El valor de la amistad es fundamental y siempre me han tratado con total normalidad, aunque reconozco que la palabra normalidad está sujeta a debate, incluso casi filosófico, porque ¿qué es normal y qué no es normal», comenta Jota.

Y de nuevo: «Tú haz plane que la vida se reirá de ellos». No cabe duda que este mensaje ha acompañado a Jota durante toda su vida, pues cuando mejoraba la situación en el ojo derecho, en 2007 sufrió un accidente de tráfico en el coche que lo llevó al diagnóstico de «miembro superior derecho catastrófico», en el brazo derecho. «Otro proceso de aprendizaje, tuve que volver a aprender a escribir y a recuperar totalmente la movilidad del brazo. Reinventarme de nuevo y remando con mucha fuerza», indica.

Estudió Óptica y Optometría; Fisioterapia también forma parte de su currículum.

Y cuando parecía que las cosas se iban encaminando con una carrera universitaria por delante y todas las experiencias que eso acarrea, en septiembre de 2012 se quedó ciego. «Ya no había esperanzas», cuenta a este medio. «El proceso de aceptación fue muy duro, tanto para mí como para mi familia. Muchos días perdí las ganas de vivir». En términos más técnicos, «todo derivó a causa de un glaucoma inflamatorio debido a la uveítis», detalla el deportista.

Contra todo pronóstico, encontró la esperanza en el deporte, siendo el mejor tratamiento para superar las adversidades, que además de físicas, eran anímicas.

A día de hoy es uno de los deportistas paralímpicos referentes de nuestro país, un ejemplo de superación para todos aquellos que conocen su historia y, sobre todo, para los siguientes que, como él, buscan una esperanza al final del túnel.

Descubrió el triatlón en su ciudad natal, Buitrago de Lozoya, poco antes de quedarse ciego. Y después de pesar más de 100 kilos y haber perdido la visión de manera definitiva, encontró en este reto de superación la fuerza para seguir. En 2021 ocupó el séptimo puesto en los Juegos de Tokio y ahora, en caso de quedar clasificado, se enfrentará a los Juegos Olímpicos de París el próximo septiembre. «No hay una fórmula, las pequeñas cosas del día a día son las que me han traído hasta aquí. El primer paso es levantarse de la cama, y no es fácil ni las ganas llegan enseguida», reconoce. «Soy consciente de mis 41 años a la hora de enfrentarme a unos JJ.OO, pero me encuentro mejor que nunca, capaz y con el nivel que tuve en Tokio. Los datos afirman que somos capaces». Jota se centra en vivir el momento porque «tú haz planes que la vida se reirá de ellos»