
Investigación
La «idolatría» de las HAM: relicarios con pelos de Marimí
Las víctimas de las Hijas del Amor Misericordioso desvelan el «culto» a la superiora sancionada por la Iglesia

Cariñosa. Simpática. Con un «algo» que nadie sabe acertar a definir, pero con el que es capaz de seducir a la persona que tiene enfrente y ganarse su confianza. Desde una inteligencia emocional híper desarrollada. Con una autoridad que no precisa de discursos altisonantes. Así es como definen quienes han tratado en primera persona a Marimí, ex superiora general de las Hijas del Amor Misericordioso (HAM), la asociación pública de fieles intervenida por el Arzobispado de Madrid, después de verificar diversas denuncias por supuestos abusos de poder y de conciencia.
Según ha podido confirmar LA RAZÓN, estas denuncias ascenderían ya al medio centenar, cuando se cumple una semana de que el equipo del cardenal José Cobo diera a conocer las medidas impuestas a la entidad. Además de expulsar temporalmente a María Milagrosa Pérez Caballero, se ha nombrado una comisaria extraordinaria con plenos poderes para dirigir al grupo, instará a las postulantes y novicias a volver a sus casas, prohibiera nuevas vocaciones y vetara toda su actividad pastoral, incluidos los ejercicios espirituales que imparten, así como su participación en los retiros de Emás y Effetá, su principal semillero de miembros.
Todo pasa por ella
Sin embargo, como ya adelantó LA RAZÓN, Marimí habría incumplido la petición realizada por la Iglesia para que permanezca alejada de las comunidades de las HAM. No en vano, esta sevillana de 58 años es algo más que la responsable de una realidad eclesial, por lo que, tanto a sus miembros como a ella les podría resultar prácticamente imposible mantenerse alejados. «Todo pasa por Marimí, absolutamente todo», expresa una de las víctimas, que más que de una estructura piramidal, habla de una organigrama vertical, donde todo se reporta a la ya ex superiora y ella tiene la última palabra en cualquier decisión. «Es quien asigna a cada director o directora espiritual, sea para quienes van a ser consagradas y consagrados como para cualquier laico», subraya sobre un sistema repleto de vasos comunicantes sobre la intimidad de cada una de las personas que se acerca al entorno de la comunidad.
«Todo lo que tú le cuentas a tu directora, lo acaba sabiendo Marimí y otras hermanas, para que, con esa información privilegiada sobre tus miedos e inquietudes, puedan utilizarla para embaucarte y controlarte mejor», relata una de las jóvenes que fue tentada para consagrarse desde el recurrente apostolado de la desolación como el demonio y el pegado como principal gancho dentro de unas prácticas basadas en la explotación de lo emocional y de las heridas, que se suman al aislamiento familiar, tal y como denuncian las víctimas y se recoge en la investigación del Arzobispado de Madrid. Frente a esta versión, los laicos vinculados a las HAM ya negaron en un comunicado formar parte de un «un entorno sectario, restrictivo o manipulador» y apelaban a la «voluntad libre y personal» de las jóvenes que ingresan, en tanto que son adultas.
En cualquier caso, en los encuentros que organizan tanto las HAM como la rama masculina, los Hijos del Amor Misericordioso, Marimí se convierte en el centro de atención, generando un clima de admiración colectivo hacia ella. «Como todo el mundo la abraza y la consulta, tú también te sumas a la dinámica», comenta alguien que ha asistido a una de estas reuniones, por lo que se llegan a sentir privilegiados solo por el mero hecho de tenerla cerca. «¡Qué bendición es que esté Marimí a mi lado!», llegan a expresar sus más fieles seguidores.
Horas para saludarla
«Yo he visto tratarla como un auténtica reina, como una santa en vida», comenta otra persona. «He llegado a esperar varias horas de fila para poder saludarla y que me diera consejo», expone uno de los adultos que ha seguido fielmente cada una de las pautas que le ha indicado para su vida. «Si Marimí te dice que dejes tu trabajo o que no te compres un coche, lo haces porque consideras que ella tiene contacto directo con el Espíritu», señala otra mujer que, tras tomar distancia de este movimiento recuerda las amenazas implícitas que susurraban que alejarse de Marimí es alejarse de Dios y, por tanto, acercarse al maligno y a la perdición.
Esta dependencia es todavía mayor en las jóvenes que han dado su «sí» como religiosas. Dentro de esa ruptura con la familia que conlleva integrarse en las HAM, es habitual que este distanciamiento con sus padres sea tal que cuando se materializa el enfrentamiento con ellos, de la boca de las nuevas consagradas surjan expresiones del tipo «Mi madre de verdad es Marimí, no tú».
El liderazgo que se le otorga es tal que todas las víctimas consultadas por LA RAZÓN coinciden en hablar de «idolatría» hacia ella y, algunas hablan incluso de «culto a Marimí». Prueba de ello es que tanto las Hijas del Amor Misericordioso como los Hermanos del Amor Misericordioso llevarían en el interior de las cruces que llevan al cuello como símbolo de consagración y de pertenencia a la asociación reliquias tanto de ella como del fundador de la entidad: el ex jesuita fallecido Antonio Mansilla. Estas reliquias en algunos casos pueden ser unos hilos de alguna prenda de ropa que llevó puesta el sacerdote, a los que se sumarían pelos de la propia Marimí. A los laicos y jóvenes les compartirían escapularios con fotos de ambos.
Este periódico ha consultado a la Santa Sede sobre el hecho de portar reliquias de un perfil como el de Antonio Mansilla, en tanto que el que fuera fundador de las HAM habría fallecido cuando ya estaba suspendido de sus funciones como sacerdote por la gravedad de su comportamiento. El Vaticano se ha remitido a la normativa vigente para calificar de «esperpento», teniendo en cuenta que solo se pueden venerar las reliquias de los santos reconocidos oficialmente por Roma y, a la luz de lo que se conoce de la trayectoria de Mansilla, ni tan siquiera podría justificarse desde lo que la Iglesia llama culto privado o desde el deseo de llevar algo de un ser querido, sobre todo cuando en este caso se busca es presentar como referente y ejemplo a alguien que, a priori, no lo sería. En la misma línea, se han manifestado estas fuentes con respecto a los pelos portados de Marimí. «No hay palabras para definirlo», apuntan desde el Vaticano.
Preguntados por si realmente este comportamiento de Marimí forma parte del guion de un personaje o un «alter ego» inventado, las víctimas lo niegan: «Realmente ella se cree lo que dice, que es una profeta de la voluntad de Dios. Está profundamente convencida de ello». Lo cierto es que así es como en apenas dos décadas al frente de las Hijas del Amor Misericordioso desde que murió el fundador han pasado a ser apenas una decena de hermanas a más de un centenar, junto a unos cuarenta hermanos y más de trescientas familias que los apoyan con su presencia, sus oraciones y sus donaciones económicas.
Crecimiento exponencial
«Una vez que el Señor se llevó al cielo al padre Mansilla, se desarrolló la comunidad», confesaba Marimí en una entrevista a Cope hace unos años en la que ya hablaba de este crecimiento exponencial: «Experimentamos que el Señor nos hace vivir desde distintas vocaciones una misma realidad. Siempre digo a las hermanas que todo carisma es una foto de Dios y del Evangelio y que en esa foto quiere que nosotros testimoniemos al mundo desde distintos aspectos: consagradas, sacerdotes y familias». Sobre el carisma de las HAM, públicamente no hacía referencia alguna al diablo, sino que subrayaba que su esencia era mostrar «al Dios ternura que nos ama con locura con nuestros defectos, a pesar de nosotros mismos y de nuestra miseria».
Las alabanzas, otra táctica de éxtasis colectivo
►Los impactos emocionales son una práctica recurrente en el entorno de las Hijas del Amor Misericordioso y de los Hermanos del Amor Misericordioso. Los retiros de Emaús y Effetá son la puerta de entrada para el uso de técnicas procedentes de la órbita pentecostal que buscan una catarsis colectiva. Este éxtasis se visibiliza en desplomes comunitarios que denominan «descansos en el Espíritu». A ello ayudan celebraciones cuestionadas por la Iglesia como las llamadas «alabanzas». En ellas se incluye la adoración eucarística, esto es, la custodia en la que se expone una hostia consagrada. Sin embargo, se va un paso más allá de una oración en silencio ante el cuerpo de Cristo. «El sacerdote se pasea banco por banco hablando en lenguas bíblicas hasta que de repente se detiene en una persona determina y le suelta una profecía», apunta una persona que ha asistido a estos actos presididos por un HAM. «La presión que sientes porque te mire fijamente y coloque la custodia frente a ti hace que te desplomes para no sentirte un bicho raro», comenta otro joven que habla de una sugestión permanente. «El problema es que te lo acabas creyendo, porque no vas a ser el único que no te vas a sentir especial porque no te dice nada Dios», apostilla.
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