El Madrid de
Inma Cuevas: «La comunión con el público en el teatro es poderosísima»
La actriz se encuentra interpretando «La Patética» en el CDN. Tras su trayectoria consolidada tiene claro que el teatro es lo que nos salva
Hay actrices que iluminan con su talento y otras que, además, deslumbran por su cercanía. La madrileña Inma Cuevas es una de esas intérpretes que ha crecido, creado y resistido entre las calles, los escenarios y la vida cultural de Madrid. Actualmente, se encuentra interpretando a uno de los personajes centrales de «La Patética», obra dirigida por Miguel del Arco en el Teatro Valle-Inclán, una pieza que ella misma define como “una delicatessen” y que, confiesa, le ha transformado: «Esta función me ha cambiado la vida. Es fuerte decirlo, pero lo siento así».
Cuevas se formó en la Escuela Réplika de Madrid, una institución de perfil europeo y vanguardista con una fuerte base en el teatro físico. «Cuando yo empezaba, existía Cristina Rota, Leyton, Réplika, La Lavandería… Yo conocía a Corazza y a Cristina Rota, pero llegué a Réplika por una profesora de mi compañía amateur. Y fue ahí donde me quedé, donde realmente encontré mi camino profesional». La conexión de Cuevas con esta escuela no solo fue formativa, sino también fundacional: «Desde segundo año de la escuela empecé a trabajar profesionalmente. Y desde entonces, hasta ahora, nunca he parado. Es un absoluto privilegio». Réplika, además, le enseñó una lección fundamental que sigue presente en su trabajo: «La libertad. La libertad para mover tu cuerpo, para investigar, para no tener miedo a jugar como los niños».
Inma Cuevas ha logrado un dominio interpretativo capaz de emocionar y hacer reír en una misma escena. Algo que se aprecia con rotundidad en «La Patética», donde su interpretación viaja de la carcajada al nudo en la garganta en cuestión de segundos. Esta versatilidad no es casualidad, sino fruto de una concepción holística de la actuación que así define: «Mi cuerpo y mi voz son uno. No es que yo diga ‘voy a poner esta voz’, sino que según cómo se mueve mi cuerpo, la voz se transforma también», argumenta. «He aprendido a vivir mi voz desde el cuerpo, a través de mucho entrenamiento. Claro que la tengo entrenada, claro que sé bajar, que sé ir a los agudos. Pero es una voz que nace de dentro, no es algo separado».
Explica a LA RAZÓN que su trabajo se percibe la influencia de figuras como Grotowski o Stanislavski, cuya técnica fue piedra angular de su formación. «Nosotros trabajábamos acrobacia, danza clásica, técnica vocal. Era muy físico, muy riguroso. Y eso me dio conciencia de cómo se mueve mi cuerpo, de lo que puede hacer».
Inma Cuevas ha sido una figura habitual en la escena teatral madrileña. «Matadero me encanta, Canal también. Me encantaba Cuarta Pared. Y, sobre todo, Kubik Fabrik fue muy importante para mí», dice. De este último espacio, ubicado en Usera, destaca el trabajo de Fernando Sánchez-Cabezudo, que «creó una comunidad teatral brutal».
Pero más allá de su trabajo sobre las tablas, Cuevas reconoce querer mucho su ciudad, especialmente con la llegada de la luz que trae la época primaveral. «Me gusta conducir de noche por Madrid, en verano, con la música bajita, y siempre paso por la plaza de Colón para ver la escultura de Julia. Me da mucha calma. Pasear por el Retiro, por el Prado… esa tranquilidad me conecta».
Aunque su carrera ha estado muy ligada al teatro, la actriz también ha trabajado en la televisión y el cine. «Nunca pensé que podría acceder a la televisión o al cine. No sabía a qué puerta llamar. Antes ibas con tu disquete, con tus fotos impresas… Era muy difícil. Pero un día Félix Sabroso me llamó para ‘Mujeres’, y así empezó todo». No obstante, esta expansión profesional no ha cambiado su vocación principal: «Soy actriz, independientemente del medio. Pero el teatro es mágico, lo más antiguo, lo que nos va a salvar. La comunión con el público cuando se apagan las luces es poderosísima». Por ello, tras una trayectoria que le ha permitido conocer las luces de la profesión, y llegados a este punto, señala que «he aprendido a vivir en la inestabilidad. Y creo que eso es lo que hay que hacer: saber navegar el ego, a no depender del resultado, a entender que nada ni nadie te quita lo que es tuyo. Y cuando algo llega, llega. Pero hay que estar listo para recibirlo».