Palacios
Madrid: El palacio del Marqués de Santa Cruz, la joya de los herederos de Don Álvaro de Bazán
El edificio, del siglo XVIII, luce en su interior los fanales de los buques turcos derrotados en la batalla de Lepanto
Seguimos realizando nuestro recorrido por los palacios madrileños, pero centrándonos en esas pequeñas joyas escondidas en el entramado urbano de la ciudad, lejos de la ostentación y el lujo que vendría en los siglos XIX y principios del XX tan influidos por el pomposo estilo francés o italiano y que tanto se prodigó en el paseo de la Castellana o el barrio de Salamanca.
Continuamos, por tanto, en el centro, en este caso un poco más alejados del Madrid de los Austrias, pero cerca del eje de la calle de San Bernardo, en torno a la cual tantos buenos ejemplos encontramos de arquitectura palaciega.
En este caso hablamos del Palacio de Santa Cruz, actual Fundación Don Álvaro de Bazán, situado en la calle de San Bernardino, a espaldas de la Gran Vía. Antiguo palacio del conde de Superunda, fue construido en 1768 por obra del arquitecto aragonés Antonio Pló y Camín, aunque tendría una ampliación posterior en 1870, una restauración en 1990-1991 y otra reforma parcial en el año 2000.
El edificio, promovido el segundo conde de Superunda, Diego Manso de Velasco, fue levantado sobre dos antiguas casas, una de las cuales en parte conservó y la otra se reedificó totalmente «a mucho coste». Su autor propuso una mansión de forma cuadrangular con un frente unificado y de gran equilibrio, con dos alturas, bajo y principal, además de un sótano y un segundo piso abuhardillado. La obra fue aprobada por el maestro mayor Ventura Rodríguez con la salvedad de modificar los huecos del último piso, reproduciendo los de la casa vieja.
Una vez finalizado, parece que el conde de Superunda no quedó del todo contento con el aspecto de la entrada principal y en 1774 decidió adosar a la fachada una portada flanqueada por dos columnas exentas de orden dórico, diseñada por Agustín López, muy al gusto clasicista imperante.
Sin embargo, poco a poco el edificio fue cayendo en el abandonó hasta que fue adquirido por Bernardo Tomé Peñaranda, quien lo rehabilitó en 1830. En 1846, fue adquirido como residencia por Francisco de Borja de Silva y Téllez-Girón, marqués de Santa Cruz y descendiendo del almirante Don Álvaro de Bazán, quien decidió, en 1870, ampliar la crujía paralela a la calle del Limón, introduciendo una entreplanta sin modificar la línea de cornisa. Para ello, aprovechó la altura del salón de baile.
El palacio tiene planta rectangular, organizada alrededor de dos patios, destacando el mayor u occidental, completamente porticado. La planta baja está ocupada por un archivo histórico, con su biblioteca en la que se conservan relevantes fondos nobiliarios entre los que destacan manuscritos del siglo XIV y el monopolio del correo con América, gracias a la intervención de Bazán en la conquista de las islas Azores.
En su interior, a la derecha del gran portal, se sitúa la escalera principal de granito compuesta por dos tramos con caja cerrada rectangular y cubierta con una bóveda octogonal con veneras en las esquinas.
Aunque por fuera pueda parecer un edificio sencillo, su interior alberga gran cantidad de tesoros. Así, encontramos los fanales que alumbraban los bajeles turcos a los que derrotó en 1571 el gran almirante Don Álvaro de Bazán en la batalla de Lepanto y que hoy decoran e iluminan la escalera del palacio, o las llaves de la ciudad de Túnez, conquistada por las tropas de Carlos I en 1535.
En la planta noble se suceden varias salas, decoradas con un nutrido elenco de obras de arte propiedad de la casa de Santa Cruz de autores como Brueghel, Van Dyck, Goya, Jordán, Carreño de Miranda, Carduccio, Vicente López, Madrazo o Sorolla. En esta misma planta destacan, por sus valores arquitectónicos y ornamentales, el gabinete y el oratorio de doble altura, con ábside semicircular, y la escalera de honor, de dos tramos y abovedada.
En un reforma llevada a cabo a finales del pasado siglo, el arquitecto Javier Plans llevó a cabo una rehabilitación integral dividiendo el edificio y distribuyendo los porcentajes correspondientes a las dos familias propietarias, todo ello respetando el proyecto original, aprovechando las obras para reparar daños estructurales y modernizar todas las instalaciones (agua, electricidad...), introduciendo otras inexistentes como gas natural o ascensores.
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