Fuera de plano
Moncloa engrandece a Ayuso y condena a Lobato a la irrelevancia sin jefa de Protocolo
Lobato se quedó sin foco de cara al 28-M. Y de nada sirve a Ferraz plegar velas para acallar la metedura de pata. La consigna de desgaste a la presidenta va más allá de las elecciones
Iba Juan Lobato a su trantrán en la precampaña electoral hasta que le arrasó el tsunami protocolario en la Puerta del Sol. Con la confrontación por la asistencia del ministro Bolaños a los actos del Dos de Mayo, Moncloa ha condenado a la irrelevancia al candidato socialista a la Comunidad de Madrid el día con más repercusión mediática de la precampaña.
La batalla de batallas institucionales ha ocurrido esta semana en la sede del Gobierno regional, donde se celebra la tradicional Fiesta de la Comunidad. «De Madrid… al cielo de la boca» se podría resumir el penúltimo capítulo de fricción entre la presidenta Isabel Díaz Ayuso y el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, en el que Lobato ha actuado de extra sin quererlo. Si las encuestas apuntaban una leve mejoría para el socialista respecto a anteriores aspirantes, la semana del combate protocolario ha terminado por colocarle de nuevo en la casilla de salida para la carrera hacia el 28-M. Los movimientos de Moncloa para tumbar a Ayuso no hacen más que hundir al PSOE y encumbrar a la popular, como ha evidenciado la última confrontación, forzada el día en que la Delegación del Gobierno había autorizado una protesta en las inmediaciones de Sol para deslucir el acto, según denunciaron en el PP.
Llegó Lobato a la Real Casa de Correos con cara de criticar a Ayuso apoyándose en las demandas de los vecinos de San Fernando de Henares o en los coros por la sanidad pública, y se quedó compuesto y con Reyes Maroto, aspirante a Cibeles, observando cómo los de su partido encumbraban a la presidenta con una torpeza mayúscula. Y no es que Bolaños llevara calcetines blancos como para prohibirle la entrada en un garito ochentero, no. Intentó subir a la tribuna de honor, donde el Gobierno ya estaba representado por la ministra Margarita Robles, y la jefa de Protocolo de Ayuso se lo impidió con un placaje inmisericorde. Alejandra Blázquez, camino de convertirse en la gurú de «cómo impedir el paso a un ministro que se hace el despistado», cumplió los deseos de su jefa mientras los socialistas se estrellaban al intentar evidenciar el «matonismo institucional practicado por Ayuso» a través de su colaboradora.
El choque entre Sánchez y Ayuso agrandó aún más la figura de ésta, a las puertas de lograr la mayoría absoluta, según reconocen antiguos representantes de la Federación Socialista Madrileña, curtidos en luchas internas. La escasa alineación entre la campaña madrileña y Moncloa tampoco iba a ser menos esta vez en el histórico de la Federación, y así se evidenció el 2 de mayo, cuando el candidato contemplaba cómo se esfumaban las posibilidades de cotejar sus propuestas con las de la popular a causa del revuelo con el ministro de la Presidencia.
Con las declaraciones para criticar a Ayuso preparadas y sin la complicidad de Bolaños para contraponer su programa al del PP, Lobato se quedó sin foco el Día de la Comunidad de Madrid, a tres semanas para las elecciones. Ni siquiera tenía una jefa de Protocolo para placar a la ministra de Defensa, Margarita Robles, en favor de un guiño a su propuesta de crear la Mesa de la Vivienda; una asesora con botella de agua y carpeta que le allanara el camino hacia la zona de la protesta, que rompiera ese día su cordón con el sanchismo. «Para qué queremos a dos ministros en los actos de Sol si, lejos de ayudar, le hacen la campaña a Ayuso», lamentan antiguos líderes de la formación madrileña, acostumbrados al ninguneo orgánico de su partido.
Por más que Moncloa quiera dar por zanjada la polémica, en los equipos de los candidatos socialistas madrileños se esfuerzan por demostrar el desconocimiento previo de lo ocurrido. Reconocen que la de esta semana no ha sido la mejor estrategia para sus intereses y que nada tienen que ver con esta «errónea manera de hacer las cosas en la que Ayuso se ha escapado de las críticas a su gestión». Como si dieran por perdida la Comunidad de Madrid, la consigna de desgaste a la popular pareciera que va más allá de las elecciones autonómicas y municipales. Sánchez ha priorizado otros territorios en la precampaña, delegando la ofensiva madrileña a sus ministros para no malograr aún más su imagen en la región. El cambio de guion no solo no provoca el efecto perseguido sino que incentiva el instinto de los seguidores de la presidenta.
Los ayusers, como se autodenominan, crecen a la vez que la aversión al «nefasto sanchismo» que «maltrata a Madrid», en palabras de los candidatos del PP. «Es hora de desalojar a Sánchez y sus socios. Nos llevan al peronismo», alertó en «La Razón de Isabel Díaz Ayuso», celebrado esta semana en la sede de este periódico. De nada sirvió a los de Ferraz y Moncloa plegar velas para acallar la metedura de pata del día anterior en la Puerta del Sol, ni a Juan Lobato ensayar una peregrina declaración para disimular la decepción. «No vamos a permitir que Ayuso privatice nuestra libertad ni nuestra alegría», reaccionó días más tarde el candidato ante el asombro de propios y extraños. Por el contrario, la presidenta elevó su discurso nacional y advirtió de que «nunca como ahora se habían puesto en jaque los pilares de la unidad y la convivencia de España: la Transición, la Constitución, la Corona y Madrid». Por eso, «O Sánchez o España», dijo. Fin del capítulo.
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