Obituario
Muere el último sereno de Madrid a los 98 años
Manuel Amago ejerció durante más de medio siglo de sereno, un oficio que marcó la vida cotidiana de los madrileños y que desapareció oficialmente en 1986
Manuel Amago Fuertes, el último sereno de Madrid y figura entrañable para generaciones de vecinos de la capital, falleció anoche a los 98 años. Según han confirmado a EFE fuentes familiares, su cuerpo será velado este miércoles en el tanatorio de San Isidro desde las 11.00 hasta las 22.00 horas, mientras que a las 20.00 se celebrará el funeral en la capilla del recinto.
Amago ejerció durante más de medio siglo de sereno, un oficio que marcó la vida cotidiana de los madrileños y que desapareció oficialmente en 1986. Vestido con guardapolvo, gorra, pistola, palo y cargado de llaves, recorría las calles durante las noches, pendiente del sonido de las palmas con que los vecinos reclamaban su presencia para abrirles el portal. “Los serenos estábamos para todo lo que pudiera ocurrir”, relataba él mismo en una entrevista con EFE, recordando que a veces incluso trasladaban a delincuentes a la comisaría o mediaban en robos y peleas callejeras.
Heredó la plaza de su padre en 1950, cuando apenas tenía 22 años, recién llegado a Madrid tras el servicio militar. El frío de la capital, con nevadas como las de 1951 que él mismo evocaba con precisión, fue una de las durezas del oficio, pero pronto se convirtió en confidente de vecinos, asegurando que se entretenía mucho en las conversaciones en los portales. En su carrera nocturna conoció a personajes ilustres, entre ellos un joven Adolfo Suárez, entonces secretario del político Fernando Herrero Tejedor, con quien mantuvo trato cordial mucho antes de que aquel se convirtiera en presidente del Gobierno. También forjó amistad con el humorista Manuel Summers, de quien destacaba la simpatía y el ingenio inagotable.
Asturiano de nacimiento, Amago trabajó sobre todo en la calle Doctor Gómez Ulla, en el barrio de Salamanca, donde los vecinos le dedicaron en vida una placa en reconocimiento a su entrega. Aunque la profesión se extinguió en los años 80, él siguió trabajando por su cuenta hasta poco antes de su retirada definitiva, convencido de que “los serenos eran muy importantes”, por dar “mucha seguridad”. El fallecimiento de Manuel Amago cierra definitivamente una página de la historia madrileña y de un oficio que hundía sus raíces en el reinado de Carlos III.