Palacios

El palacio de los Marqueses de Perales de Madrid, un lugar marcado por la tragedia

Uno de sus dueños fue asesinado por la turba en el palacio durante el levantamiento del 2 de mayo de 1808

Palacio del Marqués de Perales del Río, actual Filmoteca Nacional.
Palacio del Marqués de Perales del Río, actual Filmoteca Nacional.David JarLa Razón

La calle de la Magdalena, que unía la zona de Antón Martín con la popular plaza del Progreso, hoy de Tirso de Molina, vivió una época de esplendor durante los siglos XVII y XVIII. Durante ese periodo, numerosos miembros de la nobleza madrileña decidieron instalar sus palacios y mansiones en esta zona, entre ellos Ventura de Pinedo Rodríguez de Ubierna, conde de Villanueva, y su esposa Antonia de Velasco y Moreda, marquesa de Perales del Río.

El matrimonio compró cuatro casas en la zona entre 1725 y 1730, sobre las que levantaron su nuevo hogar. Destaca el palacio por su preciosa portada barroca, obra de Pedro de Ribera.

El edificio, de planta casi cuadrada entre medianerías y dos fachadas, responde a la tipología de palacio urbano de la primera mitad del XVIII. La fachada principal destaca por su sobriedad y sencillez de líneas, razón por la que resalta aún más la mencionada portada, donde se superponen la puerta y el balcón, ricamente decorados y con un gran movimiento de formas y planos.

Habría sido también Ribera el autor del edificio, aunque serían los maestros de obras José López de Sojo y Agustín de Castro los que realizaron los trabajos.

A pesar del paso del tiempo, cerca de 300 años, y de no pocas ocasiones en que estuvo a punto de caer bajo la piqueta, lo cierto es que ha logrado sobrevivir conservando, además, parte de su estructura primitiva.

El palacio fue heredado por el hijo de los marqueses, quien lo amplió y reformó tras comprar dos nuevas casas en 1781. Años después, durante los sucesos del 2 de mayo de 1808 en Madrid, el III marqués de Perales y corregidor en aquel entonces de Madrid, murió asesinado en el palacio por la turba que se levantó en armas, ante el rumor de que había traicionado al pueblo pactando la entrada de las tropas francesas.

El edificio fue asaltado y el cadáver del marqués arrastrado por las calles, hecho que quedó inmortalizado por Benito Pérez Galdós en sus «Episodios Nacionales».

Posteriormente, a finales del XIX, el VI marqués de Perales solicitó licencia para reformar la segunda planta y adaptarla como vivienda de una de sus hijas, aumentando la altura de la cubierta.

Ya a comienzos del siglo XX, los herederos decidieron vender el palacio al Estado. En 1954 se instaló en el edificio una Estafeta de Correos que obligó a modificar la distribución interior de la mayoría de las plantas. En 1976, ante el estado del inmueble, se intentó su derribo, aunque, afortunadamente, la idea no salió adelante. De hecho, en 1977 comenzaron los trámites para su declaración como Monumento, lo que se hizo efectivo en 1995, pasando a ser Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento.

Fue en 1978 cuando el Ministerio de Cultura encargó su rehabilitación para sede de la Hemeroteca Nacional. La parte delantera que daba a la calle de la Magdalena estaba en mejor estado y mantenía parte de la disposición primitiva de salones en la fachada, los patios, las crujías y las escaleras. Sin embargo, la posterior estaba en ruinas.

Se acometió una profunda reforma que se prolongó entre 1979 y 1983: se mantuvieron crujías, patios y escaleras en la fachada principal, pero en la parte posterior se levantó un edificio nuevo para depósito de libros y otras dependencias, trasladándose además la portada a un lateral. También se recuperó el gran sótano.

No mucho después de esta última reforma, la Hemeroteca Nacional fue trasladada y el edificio se vio de nuevo abandonado hasta que Cultura decidió instalar allí la Filmoteca Nacional, lo que obligó a una nueva reforma a cargo de Javier Feduchi. Se restauró la fachada principal y se redistribuyeron distintas zonas sin tocar las dependencias principales, ni la escalera principal que se había recuperado entre 1999 y 2001, aunque sí que se perdió la decoración de los grandes salones que tuvo durante siglos la vivienda nobiliaria. Hoy, además de la portada, destaca su zaguán, su bella escalera principal y, sobre todo, el gran hallazgo del antiguo sótano, un espacio único en Madrid que comprende un complejo y laberíntico entramado de galerías.

La gran calidad de los ladrillos de paredes y bóvedas dan fe de que pudo ser una zona de recreo barroca de los primeros habitantes.