Entrevista
Paula Quintana: «Se debería dignificar más la profesión, si no lo pagaremos en el futuro»
La creadora acaba de debutar en la película «Cádiz-Madriz» y ya trabaja en su próximo proyecto
Es cruzar la puerta de la Escuela Nave 73 y percibir la ilusión de los nuevos comienzos. Y basta una sonrisa para corroborar que no se trata de solo una percepción. A pocas horas de su debut en la gran pantalla, Paula Quintana, nos recibe mientras ensaya para «Salomé», su próximo proyecto en la capital que verá la luz el próximo 18 de octubre en la conocida nave 73 y dentro del festival Surge Madrid. Lejos de los nervios que cualquiera podría sentir en su situación, la creadora tinerfeña se muestra entusiasmada y segura ante lo que viene. «Está siendo un muy buen año, muy intenso. Aunque siempre está la cosa esta de que en esta profesión hay que aprovechar el momento, de que no puedes confiarte y que no hay nada seguro», confiesa. Estudió arte dramático y se formó en danza durante toda su vida. Su carrera se ha desarrollado en torno a la danza, pero porque como bailarina es cómo comenzó a tener más trabajo. Sin embargo, siempre se ha sentido actriz. Solo le faltaba encontrar el proyecto adecuado. «Siempre es un personaje el que actúa, aunque se mueva. Llevaba muchos años con ganas de meter un pie en el mundo audiovisual, porque me fascina el mundo del cine, pero no había tenido ni tiempo ni la oportunidad».
Después de pequeños papeles, en «Cádiz-Madriz» interpreta a Paula, una de sus dos protagonistas. Dos jóvenes, una bailarina y una cantante, cuyos caminos se cruzan durante unas navidades. Entre música, baile y conflictos amorosos deberán elegir entre las dos ciudades, marcharse a perseguir sus sueños o quedarse en el sitio donde tienen la familia, las raíces y el amor. «Se trata de una película tremendamente cotidiana y cercana. No trata de contarte grandes historia pero que lo son porque nos pasan a todos». Sin duda, remontarse a su llegada a la capital hace quince años, le ha servido para empatizar con su personaje. «Es algo que nos ha pasado a mucha gente. Se te mezcla la vida de por medio y tienes que decidir qué quieres priorizar: tu vida personal o tu carrera», reflexiona. Sin embargo, no considera que el largometraje responda a nada –ni lo pretende- , simplemente reflexiona sobre el deseo de desarrollarse en estos tiempos o esa obligación de armarse cada uno su propia carrera. Y son, precisamente las diferentes decisiones que toman cada uno de los personajes las que hacen que todo el mundo se sienta identificado.
Junto a ella, el largometraje se compone por la presencia de Estíbaliz Cabrales, Paco Sepúlveda y Fernando Cueto en su reparto. Estos protagonistas, se alejarán de lo cotidiano de la ciudad andaluza para contar un drama romántico al más puro estilo «Once» o «Begin Again», según el propio director, Pedro Loeb. La película que nació antes de la vivencia de la pandemia para después cocinarse lentamente en los años de mascarillas y antígenos. Ayer, se proyectó en el MK2 Cine Paz con motivo del 32º Festival de Cine de Madrid Plataforma de Nuevos Realizadores. «Todos los mundos cuestan, pero la industria del cine tiene unos circuitos determinados y las películas menos comerciales lo suelen tener más complicado», explica. No es el caso de «Cádiz-Madriz», que después de la capital volará al Thessaloniki International Film Festival y al Fort Lauderdale International Film Festival, en Grecia y Florida.
Quintana dice que su gran «problema» es que mezcla disciplinas. La gente no la ubica, no saben si es bailarina o actriz. Es ambas. Simplemente busca diferentes maneras de contar las cosas. «No me obsesiono con idear un estilo nuevo, sino en encontrar lo que cada pieza necesita y contarlo de la mejor forma». Su trabajo dice su fundamenta en esta búsqueda de formas nuevas, de contar, de empatizar con el espectador y de enseñarle nuevas formas de pensar y ver el mundo. Ahí es donde la creadora encuentra el disfrute de su trabajo. «Es sanísimo que en ciertas situaciones nos demos cuenta que a lo mejor no lo habíamos sentido o pensado de esa forma», apunta.
Sin embargo, mantiene los pies en la tierra. Conoce la situación de la profesión y cómo muchos de sus compañeros no han tenido su suerte. «Por supuesto que he currado mucho, pero soy consciente de que soy una afortunada. No podemos asumir la situación como algo normal, porque no lo es. Conozco muchos que han tenido que tirar la toalla o que tienen que dedicarse a otras cosas porque no pueden vivir de esto». Tras dos años trabajando en París, entendió que es algo mucho más que cultural. «Allí entienden la cultura como una responsabilidad y lo valoran. En España se debería dignificar más esta profesión, si no lo pagaremos en el futuro», señala. A pesar de esto, confiesa mantenerse optimista y afirma que en algunos aspectos se están haciendo bien las cosas: como en las ayudas a nuevos proyectos o producciones y en dar oportunidades a nuevos rostros.
La tinerfeña no cesa en su carrera y ya está trabajando en los ensayos de su próximo proyecto «Salomé». Pero lo hace como quién es consciente del camino que está recorriendo y lo disfruta. «Carla y yo habíamos trabajado juntas en otras piezas de gran formato, y hacía tiempo que teníamos ganas de hacer algo más pequeño y que pudiéramos llevar a espacios más alternativos». Así surgió este monólogo, que estará disponible en la Nave 73 de Madrid del 18 al 22 de octubre. Un proyecto en el que han rescatado la figura bíblica de Salomé, que le cortó la cabeza a San Juan Bautista por deseos de su madre. «Hemos querido rescatar esta figura para meternos a hablar del mundo de las proyecciones. De cómo proyectamos hacia los demás y asumimos las de los demás en nosotros». Algo que las autoras han considerado importante recuperar en estos tiempos tan convulsos, para tratarlo con un tono amable y en ocasiones, hasta divertido, y que ha dado como resultado una representación que a muchos pudiese parecer esquizofrénica.
Ha pasado por Italia, Francia, Corea del Sur, Congo, Uruguay o EE.UU. Sin embargo, asegura que esto le ha servido para darse cuenta que todos somos iguales: compartimos miedos e ilusiones.
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