Historia
El Templo de Debod cumple 50 años en Madrid: te mostramos cómo era su interior hace 20 siglos
La tecnología 3D permite recorrer su sala más emblemática tal cual fue concebida. Un reciente estudio revela que no sufre patologías de gravedad que lo pongan en riesgo
Acaba de cumplir 50 años entre nosotros. Uno de los puntos imprescindibles en cualquier visita a Madrid: el Templo de Debod. Donado por la República Egipcia a España en 1968, en agradecimiento por la ayuda al salvamento de los templos de Abu Simbel, en el marco de la Campaña de Salvamento de los Monumentos de Nubia. Fue inaugurado oficialmente el 20 de julio de 1972 y pasó a formar parte de los museos del Ayuntamiento de Madrid en la década de los ochenta. En los seis primeros meses de este año, ha tenido 55.226 visitantes, lo que supone un aumento del 76,6% respecto al mismo periodo de 2021
Auténtico, construido hace más de 2.000 años y trasladado piedra a piedra desde el país de los faraones. En todos los sentidos, fue un regalo. Primero, por distinguir a nuestra ciudad con una joya arquitectónica y artística de valor incalculable. Segundo, por constituir una muestra de agradecimiento. España fue uno de los países que colaboró con la Unesco en el rescate de los templos del valle de Nubia, condenados a ser anegados por las aguas de la presa de Asuán, entonces en construcción. Había una condición: su ubicación debía respetar su orientación original, debido a la importancia del culto al sol entre los antiguos egipcios. Para ello, se optó por la abandonada Montaña del Príncipe Pío, a la que se dotó de una vegetación tropical y de un estanque a modo de Nilo artificial. Fue así como nació el Templo de Debod, dedicado a los dioses Amón e Isis, en el parque del Oeste. Para muchos, el mejor lugar para admirar una puesta de sol de toda la capital.
«Estas piedras resistirán cien o mil años», dijo en su día Carlos Arias Navarro, entonces alcalde de Madrid. De momento, el templo lleva entre nosotros medio siglo. Y está por ver si Arias Navarro fue conservador o no en sus expectativas. En primer lugar, se trata de un templo que, antes de su traslado, fue literalmente rescatado de una inundación, lo cual ya le supuso severos daños. En segundo lugar, se encuentra al aire libre y expuesto a condiciones meteorológicas que no solo tienen su impacto en el exterior del templo; también en su interior. El mero hecho de abrir y cerrar sus puertas puede acarrear una inestabilidad ambiental, un incremento de la humedad relativa o un aumento de la temperatura. Y el clima extremo que en ocasiones vive Madrid no ha ayudado a su conservación. En 2016 permaneció cerrado durante más de un año debido a un problema en su sistema de climatización. Más recientemente, episodios como Filomena han evidenciado que urge su protección.
Ahora bien, la tecnología nos permite conocer tal cual era el templo en su concepción original. No cuando fue trasladado a Madrid, sino cuando fue erigido en el 200 a. C. La web municipal Memoria de Madrid, a través de su proyecto escond.es, reconstruye en 3D aquellos espacios, lugares y monumentos de la capital hoy deteriorados o, directamente, desaparecidos. Y gracias a las técnicas digitales, podemos contemplar el templo en su esplendor. Concretamente, su núcleo arquitectónico, la parte más antigua y cuya excepcional decoración ha perdido el brillo de antaño: la capilla de Adijalamani.
En sus paredes, a través de los relieves, podemos contemplar escenas que representan a Adijalamani, rey meroita, adorando a los dioses Amón e Isis y ofreciendo diversos sacrificios. De hecho, esta capilla supone una de las pocas evidencias de la existencia de este monarca del sur de Egipto. La reconstrucción virtual permite admirar la policromía de las escenas, hoy totalmente borrada. No por culpa de la climatología madrileña, sino por las inundaciones que provocaron un inesperado aumento de caudal en el Nilo. Como era común en los templos egipcios, los relieves estaban pintados con brillantes colores, de los que se sabe que todavía quedaban restos a principios del siglo XX.
De este modo, en la recreación destaca el llamativo uso del verde, un color que los antiguos egipcios identificaban con la vida y la resurrección, y con el que representaban a algunos de sus dioses. Los artistas y artesanos pudieron acceder a esta tonalidad gracias a la industria del cobre, introducida desde hacía milenios en el valle del Nilo.
En cuanto al techo, no pasa inadvertido el azul, un color que se suele considerar uno de los primeros pigmentos sintéticos de la historia. Vinculado al cielo y al agua, estaba también ligado a los cielos como dominio de los dioses. De hecho, es la tonalidad con la que representaban habitualmente a Amón.
Sin embargo, aquellos colores se perdieron. Y las prioridades ahora mismo son otras. Sobre la mesa hay una posibilidad que se lleva barajando durante años: la colocación de una cúpula que sirva de escudo frente a las inclemencias meteorológicas. Lo cierto es que el de Madrid no es el único de aquellos templos donados por Egipto a Europa que se ha visto dañado. Es el caso del templo de Ellesiya en Turín, y que también se encuentra a resguardo.
Análisis minucioso de su estado de conservación
El Área de Cultura, Turismo y Deporte ha elaborado, en colaboración con la Fundación Santa María la Real, un diagnóstico sobre el estado de conservación del templo, tras 50 años en Madrid. De él se desprende que el templo no requiere de acciones inmediatas, al no mostrar afecciones o patologías de gravedad que lo pongan en riesgo.
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