Opinión
El precio de las fiestas de Madrid
Los curas no entienden que una homilía, aunque sea en un gran día, no debe durar más de ocho minutos
Han comenzado las fiestas del Centro de Madrid. Sin duda son las mejores de Madrid capital. La región es otra cosa, también fantástica. Las calles no parecen las de esta gran ciudad y se asemejan más a las de cualquier pueblo o pequeña ciudad española. De las tres consecutivas que se celebran en el distrito Centro las más guay son, sin duda, las de La Paloma. Mantienen las tradiciones y están trufadas de fiesta en la calle con bares en las aceras y marcha de la buena. La Policía Municipal despliega un dispositivo que hace que todos estemos más seguros, excepto los chorizos que aprovechan para robar o montar bronca.
La Misa de La Paloma tendrá este año el estreno de nuestro nuevo jefe de la iglesia madrileña. Esperemos que don José Cobo tenga piedad de los fieles y no se marque el rollo que nos lanzaba a 40 grados el cardenal Osoro y sus antecesores. Las lipotimias son de libro.
Los curas no entienden que una homilía, aunque sea en un gran día, no debe durar más de ocho minutos si quieren que el pueblo cristiano reciba el mensaje. El Papa, que opina lo mismo, debería organizar cursos de reciclaje y suspender a los que largan discursos que no entienden ni ellos. La fiesta tiene en las atracciones uno de sus puntos fuertes.
La pena es que el Ayuntamiento, este y los que vengan, sangra a los feriantes que tienen que repercutir en los ciudadanos unos precios que hace que subir a los caballitos o jugar a los patos sea un lujo para una gran parte de la población que coincide con los que no pueden salir de vacaciones de este horno agosteño.
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