Gastronomía
Probamos el arroz de Bahía, la Majadahonda "chic"
Su vocación mediterránea y náutica se hace patente en la carta. Los arroces, secos o melosos, constituyen la joya de la corona
Día de la Comunidad de Madrid, y momento perfecto para recorrer los territorios gastronómicos que también proliferan fuera de la muralla gatuna. Majadahonda se ha convertido después de varias décadas en una de las localidades de mayor renta per cápita del país, lugar de residencia de clases medias acomodadas que dejan atrás en la memoria sepia un pequeño pueblo previo a la sierra, que hoy ha sido envuelto por esa realidad burguesa. Los majariegos de nuevo cuño también comen y beben con nivel. Y entre muchas casas solventes destaca Bahía.
Sus hechuras son las de un restaurante clásico, de los que tradicionalmente se llaman de nivel y de producto, pero en especial porque posee ese sello de identidad del parroquiano de mucho nivel, que necesita ese oasis placentero para quitarse el polvo de los caminos de trabajo, las andanzas familiares e incluso los avatares empresariales. Contar que en Bahía hay por barra, mesas y terraza un lugar creado con mucho mimo y cariño, tal y como proclaman sus creadores, no sería decir mucho ni un elemento diferencial, salvo que aquí es verdad. Su descarada vocación mediterránea y náutica orquesta una carta de factura aparentemente convencional. Hay una ecuación entre lo que se despacha de la cocina y lo que se pellizca con la amabilidad de la sala. El responsable de los fogones es Edmund Rigonay, chef de origen filipino, que ya oficiaba en el local predecesor del actual Bahía. Las peladillas con bigotes suelen ser un gancho perfecto de entrada en esta palestra de buena vida, caso de la gamba bien cocida, bien al ajillo, el carabinero a la sal o en plancha, o las cigalitas salteadas. Hay una línea de medida relación con la lonja, y que expresa perfectamente que el bolsillo del comensal puede incluso sobrevivir a la declaración de la renta.
Resulta admirable además inventariar el abanico amplio de platos al centro, ideales para un picoteo o comida de cualquier momento, pues hay servicio non-stop, desde los buenos espárragos blancos de Tudela, las ricas chacinas, habitas con huevos escalfados, ensaladilla rusa con ventresca, anchoas de tronío, croquetas, calamares fritos, chipirones plancha y un sinfín de clásicas propuestas para todos los públicos. Porque en Bahía se consigue encontrar un espacio perfecto tanto para una comida de trabajo, el ligue distraído, e incluso para que las familias coman y no se peleen.
Tomás Gil, como gerente y activo anfitrión y el buen director de sala que es José Ramón Álvarez, permiten que esta fiesta cotidiana sea una realidad. Así, también hay que consignar un buen tratamiento de los atunes, una canónica lubina a la sal, cortes perfectos de la carne, caso de un buen lomo alto o un entrecot de siempre, infalibles chuletillas de lechal, eficaz steak tartar, o una melosa carrillera al vino tinto. Nos dejamos para el final la joya de la corona, como son los arroces, que en una docena de versiones constituyen el aliciente principal de los que acuden a Bahía. Tanto melosos como secos tienen la altura y el punto idóneos, destacando una estupenda paella valenciana como Dios manda. Sin olvidar el que se conoce con el nombre de la casa, con carabineros, cigalas, cola de gambón y almejas, o el denominado seco del chef, con el atractivo del pollo y del secreto ibérico . También hay fideuás al gusto.
La parte dulce de la casa tiene varias opciones, donde destaca una rara suerte de torrija llamada nube encantada, junto a filloas, tiramisú, y una personal tarta de queso que aquí no es tópica.
Como también se bebe de lujo, con buena coctelería donde solo se echa de menos el Dry martini, y una estupenda selección de vinos a precio justificado, ir a este restaurante de línea clara es parada obligada en Majadahonda. Las horas pasan a la velocidad del apetito, diversión, o zascandileo que se necesite.
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