Reportaje

Subirse a las tablas para sobrellevar la condena

Entramos en la prisión de Alcalá Meco para conocer a las cuatro presas que debutan este fin de semana con «Hijas de la Comedia» en el Teatro Pavón gracias a la Compañía Yeses

Presas de Alcalá Meco representan una obra en el Teatro Pavón
Cerca de 600 mujeres presas se han reinsertado en la sociedad gracias al teatroDavid JarLa Razón

La lluvia y el cielo cubierto de gris vuelven siniestros los alrededores del Centro Penitenciario de Mujeres de Alcalá Meco. Quizás como muchos lo imaginan o han podido ver en las películas. Es primera hora de la tarde y reina la paz. Cualquiera diría que más de cuatrocientas mujeres cumplen condena entre esas paredes de hormigón. En esa pequeña ciudad, como la definen los propios funcionarios que allí trabajan, más de dos centenares de ellos se encargan de que todo funcione como debe hacerlo. Mientras que el estado, la conducta y la buena predisposición de las mujeres que allí conviven son fundamentales para ganar los «privilegios» que les permitan sobrellevar su condena. Y lo que las lleva a ubicarse en el módulo de respeto o el conflictivo.

«Aquí las cosas hay que ganárselas, no te regalan nada. Al mínimo error, lo pagas muy caro. Es la única forma de valorar la oportunidad que nos dan e ir por el buen camino», cuenta sobre el escenario del salón de actos Eva Saelices, a punto de cumplir su tercer año en prisión. El escenario está vacío, toda la escenografía ya se ha trasladado hasta el Teatro Pavón, donde este fin de semana ella y otras tres presas debutan con «Hijas de la Comedia» gracias a la compañía Yeses. Sentadas en sillas, comparten opiniones, sensaciones y emociones a pocas horas del gran estreno. Sin embargo, lo cierto es que no son nuevas para ellas. Se puede decir que ya están curtidas de experiencia sobre las tablas, ya han actuado en catorce ocasiones. El pasado mes de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, pasaron por escenarios de once pueblos de la Comunidad de Madrid. Y este verano, lo hicieron en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. «Los nervios y la emoción cuando el momento se acerca, nunca se pierden. Es una emoción muy bonita», dice Saelices.

Presas de Alcal‡ Meco representan una obra en el Teatro Pav—n. David Jar
Presas de Alcal‡ Meco representan una obra en el Teatro Pav—n. David JarDavid JarFotógrafos

Entre risas recuerdan el calor que pasaron en la ciudad manchega y lo afortunadas y agradecidas que se sintieron porque tanta gente fuera a verlas en pleno mes de julio. De este fin de semana, lo único que esperan es que «se llene, que vaya mucha gente y que todo salga muy bien. Hay mucho trabajo y esfuerzo detrás, para nosotras es muy importante», asegura Rubí Florentino. Su contacto con el arte empezó con solo nueve años, cuando en Puerto Rico, su país natal, practicaba danza folclórica. «Subirme a las tablas ha sido como volver a mi niñez. He descubierto que lo echaba de menos y, aunque actuar es muy distinto a bailar, me encantaría seguir formándome cuando salga de aquí», explica. Para Florentino, su paso por el centro y por la compañía está siendo muy gratificante y dice haber aprendido cultura, disciplina y a trabajar en grupo. «Todas aportamos algo para que las cosas salgan bien, vamos a una y entendemos que es un trabajo en equipo». Pero sin duda, el teatro le ha servido como forma de evasión para la monotonía que supone llevar más de dos años encerrada. «Cuando cruzo la puerta del salón de actos para los ensayos, me olvido de que estoy aquí. Vengo después de cumplir con mi jornada laboral y es una forma de seguir aprovechando el tiempo. Ya después, sé que tengo que volver a casa a dormir y que es mi celda».

Cuando se pierde la libertad, el tiempo es el mayor regalo que estas mujeres tienen. «Cuando no estamos trabajando, estamos estudiando, haciendo ejercicio, limpiando… estar en la compañía es un compromiso y un sacrificio que no todas están dispuestas a cumplir», explica Saelices. Es esta responsabilidad algo que, desde el equipo de tratamiento y la compañía, trabajan y consideran fundamental para el desarrollo de las presas. Y con lo que además deben lidiar junto a sus preocupaciones de fuera y su propia salud mental. «Lo peor son los primeros meses, cuando llegas aquí pasas de ir a doscientos por hora a ir a cero, muchas no lo soportan y caen en depresión. Yo las primeras semanas no sabía ni sumar ni restar, estaba bloqueada», apunta. Saelices era administrativa, tenía una vida acomodada y un día tomó una mala decisión. «Lo que peor llevo es no ser la dueña de mi vida, el sufrimiento que he causado a mi familia y ser consciente de que podría haber pedido ayuda, me arrepiento mucho de no haberlo hecho», confiesa. Ahora, se ha sacado la ESO, está estudiando inglés y trabaja en el departamento de costura además del teatro. «En estos tres años he cambiado al 100%. Actuar ha sido todo un reto, han confiado en mí, han desaparecido los miedos que tenía… y tengo otras prioridades. Aquí das valor a una simple comida con tu familia, a dormir en una cama e incluso un perfume, aquí no tenemos», dice entre risas.

Presas de Alcal‡ Meco representan una obra en el Teatro Pav—n. David Jar
Presas de Alcal‡ Meco representan una obra en el Teatro Pav—n. David JarDavid JarFotógrafos

Catalina Díaz confiesa que gracias al teatro ya no se pone etiquetas. «Al final nosotras acabamos siendo las que más nos castigamos, nos etiquetamos, no merezco esto porque estoy aquí... Todo negatividad». Es gracias a sus salidas al exterior, en sus encuentros con la gente a través de las funciones, donde ha descubierto que no llevan el estigma en la frente. «Si la gente me da la enhorabuena, me da un abrazo, no quieren darme de lado... ¿por qué tengo que privarme de eso? Tengo que estar orgullosa, cada uno puede cometer errores en su vida, no podemos librarnos de un acto o una mala decisión, pero el futuro nadie lo sabe». En sus ocho años en prisión ha comprendido la importancia de la salud mental. «Es fundamental conocerse a uno mismo, escucharse y dedicarse el tiempo que necesites. Si tu cabeza no está bien, tú no puedes estar bien. Yo he encontrado la paz en la meditación y el yoga».

Conocer otras realidades dentro de prisión le ha hecho valorar mucho más su vida de antes y ser consciente de lo afortunada que era. «Aquí he conocido historias de otras compañeras, vivencias terribles, infancias duras… me gustaría poder ayudar a quien lo necesite, como han hecho conmigo. Por eso, al salir, tengo claro que parte de mi tiempo quiero dedicarlo a formarme como coach y ayudar a alguna ONG relacionada con niños o mujeres maltratadas», explica.

Elena Cánovas, directora teatral.
Elena Cánovas, directora teatral.Jesús G. FeriaLa Razón

Desde hace casi 40 años, la compañía Yeserías ha demostrado que la reinserción social es posible a través del teatro. Su fundadora, la dramaturga y ex funcionaria de prisiones, Elena Cánovas, apostó por esto en sus inicios en la cárcel de Yeserías, más tarde en la de Carabanchel y ahora en la de Alcalá Meco. Dice que la única singularidad de esta compañía, reside en que la integran mujeres reclusas. Por lo demás, comparte las complicaciones que puede conllevar la puesta en marcha de cualquier proyecto teatral, pero sumado a hacerlo dentro de una cárcel. «Estoy acostumbrada a trabajar con ellas y entiendo que puedan pensar que sería más fácil hacerlo con actrices profesionales, porque lo es. Pero a la hora de entregarse y darse tienen otras cosas, algunas tienen una luz sobre el escenario que solo viéndolas andar te dejan sin palabras. Son diamantes en bruto que solo hay que pulirlos», explica Cánovas.

Cada año, su único propósito es que el montaje esté bien, que las reclusas estén a gusto y que puedan tener esa experiencia. «Es fundamental un buen ambiente de compañerismo y que todo sea muy democrático. Ellas saben que todas forman parte y que son importantes, hay que quitar los prejuicios de más o menos papel». A pesar de los años que lleva trabajando con ellas, de todas las reclusas que han pasado y las obras que han desarrollado confiesa seguir emocionándose los días de los estrenos. «Siempre me siento en el patio de butacas, me río, lloro y me preocupo la que más. Pero es maravilloso ver esa transformación, es muy gratificante». Cerca de 600 mujeres Yeses han pasado por esta compañía, apoyada desde 1994 por la Dirección General de Igualdad de la Comunidad de Madrid y, más recientemente, por la Fundación Reale, que también amadrinó el documental «Yeses», de Miguel Forneiro.

Hasta el domingo, el Teatro Pavón acoge «Hijas de la Comedia» escrita por Julieta Soria, «un emocionante torbellino de acción, en el cual las actrices se ven envueltas en situaciones arriesgadas y cómicas mientras ensayan clandestinamente una obra fuera del control familiar y social». Estas mujeres dicen haber entendido que la peor deuda que uno puede tener es con la justicia y que siempre hay otro camino. «No basta con pagar la condena, hay que admitir lo que se ha hecho y no hay dinero que pague el tiempo perdido». Ahora, los aplausos son un bálsamo.