Madrileñear

Jo, Tamara, tía

Mi amiga Sonia, que a todo le ve lo bueno, dice que casarse con este mozo tiene una ventaja para la marquesa de Griñón y es que ella no va a tener nunca ese come come de si te estará siendo fiel o no en un momento dado

Tamara Falcó e Íñigo Onieva llegan al Hotel Ritz
Tamara Falcó e Íñigo Onieva llegan al Hotel RitzEuropa Press

Después de desoír todas las señales de la providencia, que ni con un telegrama remitido directamente por Dios con el texto «que no te cases, te digo» se habría dado por enterada, yo creo que el matrimonio de Tamara es para toda la vida. Tengo un amigo que dice que los matrimonios por interés son los que de verdad duran para siempre, que los que son por amor se acaban a los cuatro años. Y que todo lo que le sigue, de seguir, es caos y desolación. Otro amigo está de acuerdo pero sube a siete años. Así que, si les hacemos caso a estos dos, Tamara va sobre seguro: lo suyo es para siempre. Hasta el último momento intentó el cosmos que rectificara, que se diese a la fuga, como una Julia Roberts cualquiera en amable comedia romántica. Incluso, en un último acto desesperado y habiendo agotado toda creatividad, le prendía fuego con una vela a la casulla de uno de los sacerdotes que oficiaban la ceremonia. A ver si, así, sí. La hermana del novio se convertía en una bombera improvisado. Improvisada y vestida de Armani, eso sí. Y Tamara, que si quieres, que sí quiere. Su angelito de la guarda debía estar a por uvas, porque no lo pillaba. No lo pillaba y no lo pilló. A estas horas Tamara es la señora de Onieva. Mi amiga Sonia, que a todo le ve lo bueno, dice que casarse con este mozo tiene una ventaja para la marquesa de Griñón y es que ella no va a tener nunca ese come come de si te estará siendo fiel o no en un momento dado. Ella ya sabe que no, que le va a ser infiel. Que ya se lo ha sido. Y esa incertidumbre que se quita de encima, por lo menos.