Crítica de cine

«Más allá de las colinas»: Los herederos de Ceaucescu

Dirección y guión: Cristian Mungiu. Fotografía: Oleg Mutu. Intérpretes: Cosmina Stratan, Cristina Flutur, Valeriu Andriuta. Rumanía/Francia/Bélgica, 2012. Duración: 150 min. Drama.

La Razón
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Dos mujeres aplastadas por el poder patriarcal, estranguladas por las estructuras sociales de un sistema heredero de la feroz dictadura de Ceaucescu. Sin entrar en detalles, esta brevísima sinopsis tanto podría definir «4 meses, 3 semanas y 2 días» como «Más allá de las colinas». La destrucción de una amistad femenina y la intolerancia de los poderes fácticos, escondidos en la sombra de la clandestinidad o en los elaborados pretextos de la religión ortodoxa, ocupan el epicentro dramático de la por ahora breve filmografía del rumano Cristian Mungiu. La primera funcionaba como un thriller implacable, utilizando el tiempo real y el plano secuencia para encerrar a sus víctimas entre los barrotes de un dilema moral que una solidaridad femenina a prueba de acosos y violaciones ayudaba a soliviantar. En la segunda, aún más pesimista, la compasión es el camino más corto hacia la muerte: cuando Voichita le insiste a Alina para que confiese sus pecados al padre del monasterio en el que vive confinada, sin pensar que el único de los pecados de Alina es el amor ciego que siente hacia ella, y que la está ofreciendo en sacrificio veladamente. El problema es que Mungiu ha radicalizado sus métodos, que comparte con sus colegas de la Nueva Ola del cine rumano (Puiu, Poromboiu), y que, aplicados a esta historia de pasiones prohibidas y exorcismos, enfrían la materia narrativa hasta el punto de volverla tediosa. Situada en su mayor parte en el interior de un convento, la película filma su vida cotidiana como una cadena de rituales que se devora a sí misma, monótona y reiterativa, contagiando al espectador de una mezcla de claustrofobia y aburrimiento que estalla en un clímax aterrador que tiene menos fuerza de lo que debería.