Cumbre del Clima de Madrid

El cambio climático, a las puertas de su casa

En las próximas décadas van a ser más evidentes los efectos en las actividades económicas, como en la agricultura, mientras la alteración de la línea de costa obligará a desalojos

Simulación de Greenpeace sobre los efectos del cambio climático en Benidorm
Simulación de Greenpeace sobre los efectos del cambio climático en BenidormPedro Armestre/Mario G√≥mezEFE

Hace tres décadas, cuando comenzó la actividad del Panel de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (IPCC), podían existir dudas sobre la hipótesis de cambio climático por efecto invernadero y sobre sus proyecciones para el futuro. De hecho los primeros informes del IPCC resultaron algo alarmistas y las herramientas de modelización utilizadas no tenían, ni mucho menos, la fiabilidad actual. En 2019, con casi treinta años de registros climáticos en todo el mundo y también en España, no queda margen de duda.

El cambio climático ha pasado de ser un tema de creencias a ser una cuestión de evidencias. Está por encima de toda ideología política, por tanto es una cuestión que debe sacarse del debate político. Porque votemos a quien votemos los efectos del cambio climático van a ser los mismos para todos. Y para aquellas personas que todavía manifiestan dudas sobre esta cuestión, considerando que es un proceso natural y que sería el Sol el principal responsable del actual proceso de calentamiento térmico planetario, solo cabe decirles: miren los datos y saquen sus propias conclusiones. Porque los hechos están resultando cada vez más evidentes. Sí, es cierto, el clima de la Tierra es, por propia naturaleza, cambiante. Nunca ha sido el mismo en los cuatro mil años de existencia de nuestro planeta. Pero el proceso actual es distinto. Es una alteración de las condiciones climáticas terrestres por causas no naturales. El ser humano está modificando el balance energético del planeta debido a la emisión de gases procedentes de la quema de combustibles fósiles que originan un calor suplementario en la atmósfera alterando artificialmente ese balance de energía que origina el clima terrestre.

Y los efectos de esta alteración son ya manifiestos. Cada año, a pesar de los protocolos y acuerdos internacionales, se baten valores de presencia de gases de efecto invernadero en la atmósfera, principalmente de CO2. Hace pocos días se hacía público el registro de CO2 del año 2018, un nuevo récord preocupante. Las imágenes de satélite nos están mostrando una pérdida de la masa helada del planeta cada vez más inquietante. Especialmente en el polo norte, no tanto en la Antártida. Y ese calentamiento del Ártico, está en el origen de fenómenos atmosféricos que ya se registran en latitudes medias, donde está situada justamente la península Ibérica. Sirva como muestra la frecuencia elevada de «gotas frías» que se viene registrando en los últimos años y que están causando daños y victimas humanas. Las últimas muy graves en septiembre y octubre. O los cambios bruscos de tiempo atmosférico que notamos, asimismo, desde hace unos años y que nos hablan de una pérdida de regularidad y de confort en nuestro clima. El calentamiento del Ártico está provocando cambios en la corriente en chorro que regula el tiempo atmosférico en nuestras latitudes, cuya circulación se está volviendo más ondulatoria y mueve con más rapidez masas de aire distintas (polares, tropicales) que son las que determinan la temperie diaria.

Noches tropicales

Con los datos en la mano, en España hay al menos siete fenómenos y procesos que son ya evidencias del proceso de calentamiento climático actual. Una subida de temperatura media que se cifra en 0,8º C desde 1950; nos queda, por tanto, poco margen ya para cumplir los 2ºC del Acuerdo de París. Un aumento significativo de las «noches tropicales», que en algunos lugares de nuestro país se han cuadruplicado desde 1980 a la actualidad. Sirvan los ejemplos de Valencia o Alicante, con lo que ello conlleva de pérdida de confort térmico nocturno, y siendo ya un fenómeno no exclusivo de julio y agosto, sino que se ha extendido hacia la primavera y el otoño. Se registran cambios en la estacionalidad de las lluvias, con una tendencia a la disminución de las lluvias en primavera en la mitad este de España y un ligero aumento en otoño. Este dato es altamente preocupante para la planificación hidrológica y nos habla de la poca efectividad que van a tener algunos trasvases en el contexto de cambio climático y de la necesidad de buscar otras alternativas para garantizar las demandas de agua. Es patente la disminución progresiva de las precipitaciones de nieve en las zonas de montaña. En un contexto de calentamiento puede nevar, por supuesto, aunque lo hace con menos frecuencia cada vez. En España ya lo notamos. Algunas estaciones de esquí del Pirineo han cambiado su estrategia de negocio pasando a ser estaciones de montaña con diversificación de sus actividades y no depender exclusivamente de la temporada de esquí. Se evidencia, asimismo, una intensificación de las lluvias, que caen ahora con mayor torrencialidad convirtiéndose en precipitaciones poco aprovechables y, por el contrario, generadoras de daños económicos cada vez más cuantiosos. Se están registrando sequías más cortas, pero más intensas, lo que va a obligar a diseñar los sistemas de gestión de agua de otro modo para que no se produzcan problemas de desabastecimiento como los que se han registrado en los últimos años en zonas del centro y sur peninsular. Y, por último, como efecto estrechamente relacionado con el cambio climático actual, se ha producido ya un calentamiento de las aguas en los mares próximos al litoral español y muy especialmente, del mar Mediterráneo, que ha incrementado su temperatura en algo más de 1º C en las últimas tres décadas, y eso es mucho a efectos climáticos.

Si se cumplen las previsiones que indica la modelización climática para las próximas décadas el clima en España va a continuar su tendencia a la pérdida de regularidad y al aumento de sus rasgos extremos. Y van a ser más evidentes los efectos en las actividades económicas. Algunos cultivos ya están viendo modificados sus calendarios de desarrollo y recolección (por ejemplo, viñedo); algunas especies forestales están cambiando sus límites ecológicos en nuestras montañas ganando terreno la vegetación resistente a temperaturas más cálidas y a menores lluvias; la línea de costa española comienza a manifestar alteraciones por la dilatación de las aguas marinas, lo que obligará a emprender actuaciones de desalojo de viviendas con concesión administrativa mal ubicadas en primera línea del litoral en los próximos años; nuestras ciudades no tienen sistemas de evacuación de agua pluvial capacitados para recoger el tipo de lluvias más intensas que se registran. Nuestro sistema de salud deberá adaptarse, también, a esta nueva realidad climática de veranos más cálidos y golpes de calor más frecuentes. Son efectos ya patentes y que obligan a tomar medidas ya. En suma, todo esto reafirma la necesidad de tomarse muy en serio esta cuestión. El cambio climático va a ser el gran eje de políticas públicas y privadas de las próximas décadas en todo el mundo, también en España. Vamos a tener que dedicar esfuerzo y dinero para adaptarnos a la nueva realidad climática que señalan todos los modelos. Algunos países y regiones de Europa llevan años trabajando en ello. Cuanto más nos demoremos en España en la puesta en marcha de políticas de mitigación y de planes de adaptación para reducir los efectos del cambio climático, peores serán las consecuencias para nuestra economía y nuestra sociedad. Y ya no es tiempo de palabras grandilocuentes vacías de contenido. Es tiempo de actuar.