Sociedad

Cumbre del Clima de Madrid

Las confesiones cristianas se unen para cuidar del planeta durante la COP25

«La Iglesia debe implementar una política de inversiones verde», apunta el obispo anglicano Philip Huggins

Philip Huggins
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Las palabras que el papa Francisco pronunció en la sede de Naciones Unidas durante la cumbre en Nueva York, han calado hondo. Su discurso ha sido escuchado e interiorizado incluso por otras confesiones cristianas. «El abuso y la destrucción del ambiente van acompañados por un afán egoísta e ilimitado», dijo. Para el obispo anglicano Philip Huggins, presidente del Concilio Nacional de Iglesias en Australia y un personaje habitual en protestas y cumbres climáticas, la Tierra es un regalo de Dios. «Él, en su sabiduría, nos cedió como hogar un planeta increíble y confió en que lo cuidaríamos», explica a este diario, tras intervenir en un evento en el que líderes religiosos de todo el mundo se congregaron durante la COP25 para alzar la voz contra el cambio climático. «Generación tras generación hemos disfrutado de la sabiduría y la creación divina; de aire limpio, agua limpia... Nuestro cuerpo y nuestra tierra son regalos de Dios y nuestro deber es cuidar de ambos», expone.

Al formar parte de la tradición franciscana, Budi Tjahjono hace hincapié en que «la justicia climática es un valor cristiano». Es coordinador en Asia de Franciscans International (Franciscanos Internacional) y consultor de Naciones Unidas. Para él, San Francisco de Asís fue un «visionario». Este Santo renunció a todas sus riquezas materiales para dedicar su vida a ayudar, acompañar y a guiar a todos los seres vivos, incluidos los animales. «Además, el Papa Francisco ha revalidado lo que San Francisco dijo hace cientos de años: cuidar del medio natural es cristiano», recalca Tjahjono.

Pero, ¿cómo puede ayudar una persona religiosa, desde su fe? «Puede empezar dando gracias por todo lo que Dios nos ha dado», responde el Obispo anglicano. Aconseja también «confiar en la divina providencia, no tomar más de lo que necesitamos, compartir y tratar de vivir una vida como la de San Francisco: sencilla». Él, además, reza «por los líderes políticos que vienen aquí (a la COP25) y por los que no, para que encuentren el valor necesario y tomen decisiones correctas que hagan del mundo un lugar mejor».

«La madre tierra merece que la honren igual que los cristianos honramos a nuestras familias, a nuestros padres», expone Tjahjono. «La tradición franciscana no es antropocéntrica, sino que creemos ser parte de un ecosistema y, por tanto, hay que respetar a todas las creaciones de Dios», señala. «Nuestra misión –prosigue– es responsabilizarnos de estos otros seres y ser respetuosos con ellos. Son nuestra familia».

Por su parte, la Iglesia también puede aportar, como institución, su granito de arena para ayudar a la lucha contra el cambio climático. «Puede empezar por cosas sencillas», indica Huggins. «Hay millones de Iglesias construidas en el mundo y que podrían, por ejemplo, instalar paneles solares en sus techos para dar ejemplo a los feligreses o crear huertos en sus terrenos para producir vegetales y plantas para darlos a la comunidad», idea. Un tema más complicado es el de la financiación. Recientemente, un grupo de instituciones eclesiales lideradas por el Movimiento Católico Mundial por el Clima, tomó la decisión de dejar de invertir en combustibles fósiles.

El Obispo anglicano aplaude este tipo de iniciativas. «La contribución económica de la Iglesia a la sociedad no puede ser tan hipócrita», afirma, con rotundidad. «Debemos implementar una política de inversiones verde. Así mismo, debemos reducir nuestro consumo de papel, de tejido, de recursos, para asegurarnos de que actuamos como decía San Francisco», predica. El coordinador franciscano asiente: «Si el Gobierno rinde cuentas ante la sociedad, la Iglesia también debería hacerlo. Debemos ser transparentes; publicar qué financiamos y a qué destinamos nuestro dinero. La sinceridad es un valor cristiano y tenemos que ser el ejemplo que predicamos», insiste.

Ambos aplauden el papel activo que jóvenes como Greta Thunberg desempeñan. Huggins, que también es misionero, ha visitado muchos colegios y hablado con multitud de jóvenes de todo el mundo. «Últimamente, me trasladan una única preocupación: ¿por qué voy al colegio si no sé si tendré futuro?», lamenta. Por ello, «lo más importante ahora es que su voz se escuche y que participen en la toma de decisiones. La gente joven tiene tanta energía que revitaliza el espíritu», asegura. Tjahjono admite que «tenemos una responsabilidad para con las siguientes generaciones. La iglesia necesita escuchar a los jóvenes, alentarlos y respaldarlos, pero también aprender de ellos. No podemos dejarles a atrás, y menos ahora».