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Coronavirus

Luis Suárez: “Una naturaleza sana disminuye las pandemias”

Este biólogo y coordinador de Conservación de WWF España, advierte de que la pérdida de biodiversidad facilita la transmisión y propagación de los patógenos que proceden de especies animales, como la Covid-19

Luis Suárez, biólogo y coordinador de Conservación de WWF España.
Luis Suárez, biólogo y coordinador de Conservación de WWF España.La Razón

Un planeta sano es nuestro mejor antivirus. Se trata de la principal conclusión que arroja el informe ‘Pérdida de naturaleza y pandemias’, presentado por la sección española de WWF, la organización independiente en defensa de la naturaleza más grande del mundo. Luis Suárez, coordinador de Conservación de esta entidad y coautor del estudio, advierte que “la pérdida de biodiversidad facilita, cada vez más, la transmisión y propagación de patógenos procedentes de especies animales, como es el caso de la Covid-19”.

Licenciado en Ciencias Biológicas, Suárez lleva más de 20 años dedicado a la protección del entorno. En esta entrevista, señala la relación “directa” que existe entre la destrucción de la naturaleza y el aumento de pandemias como el nuevo coronavirus. Asimismo, indica que tras la crisis sanitaria nos espera la económica, pero también “la oportunidad de hacer las cosas mejor”.

P.- ¿A quién deberíamos señalar como culpable de esta pandemia? Se apunta hacia el murciélago o el pangolín como huéspedes del Covid-19, pero parece que usted cree que esta responsabilidad debería recaer el ser humano...

R.- Tú lo has dicho. No podemos culpabilizar a un animal, sino que tenemos que ser nosotros quienes asumamos esta responsabilidad. Hemos entrado en contacto con este patógeno por el ansia de alimentarnos con exquisiteces, por capturar al murciélago en su medio natural y alterar su ecosistema... la culpa es nuestra. Y no solo lo es en este caso, sino en otros anteriores [ébola, sida, gripe aviar, etcétera]. Este escenario, además, será cada vez más habitual.

P.- Son muchos los patógenos que se atribuyen a la invasión humana del hábitat...

R.- No conocemos el origen exacto de la Covid-19, pero sí sabemos que se trata de una zoonosis, de una enfermedad que salta de especies animales a humanos. La Organización Mundial de la Salud calcula que existen más de 200, y sabemos que más del 70% de las patologías que afectaron al ser humano en los últimos 40 años fueron transmitidas por animales salvajes. El número va en aumento, y no es una cosa nueva: la peste bubónica fue una zoonosis. Están presentes en la naturaleza y hemos convivido con ellas durante siglos, pero se están incrementando a saltos y con rapidez.

P.- Su tesis es que la invasión y destrucción de terreno libera microorganismos susceptibles de saltar al ser humano: ¿a menos bosques, más virus?

R.- Más bien, a menor biodiversidad, mayor es la capacidad de propagación de patógenos (ya sean virus o bacterias). Solo conocemos una parte muy pequeña de los seres vivos que existen. Las especies desconocidas pueden ser desde nuevos insectos a elementos mucho más pequeños que se hallan habitualmente en la naturaleza equilibrada, que impide que se propaguen o salten a otras especies. En el momento en que alteramos esta biodiversidad, cuando destruimos un bosque o una selva, alteramos las complejas cadenas de relaciones que existen entre los distintos animales y seres vivos que mantienen estos virus y estos patógenos controlados.

P.- ¿Qué actividades humanas son las más perjudiciales en este sentido?

R.- Varias. El tráfico ilegal de especies es clave. Cuando un animal es trasladado miles de kilómetros a través de estos mercados, puede entrar en contacto con otros, vivos o muertos, lo que favorece la propagación de zoonosis. El consumo de animales que no son autóctonos de la zona, como la carne de primate, es otro problema. Asimismo, la intensificación de la actividad agrícola deviene en la explotación de un tercio de la superficie total del planeta. La ganadería basada en el hacinamiento animal, por su parte, es también un factor peligroso. Los animales de las microgranjas están estresados e ingieren antibióticos. Esto favorece el contagio entre ellos, así como la creación de cepas que, cuando salten al ser humano, podrían ser resistentes a estos medicamentos.

P.- ¿Qué papel juega la aceleración del cambio climático en este panorama?

R.- El cambio climático amplifica todo lo demás, y de forma muy directa. El mayor ejemplo es que el incremento de las temperaturas hace que aves, mosquitos e insectos migren a zonas que, poco a poco, se están convirtiendo en tropicales. Ahora, pueden transmitir enfermedades en latitudes que antes eran más frías y que ya no son zonas hostiles para ellos.

P.- Esto está en estrecha relación con la protección de zonas como la Amazonia o la Cuenca del Congo...

R.- Sí, porque el número de especies por metro cuadrado en estos territorios es mucho mayor que en nuestras latitudes. Las selvas son grandes reservorios de biodiversidad y especies desconocidas; ese es su hábitat.

P.- Entonces, ¿se demuestra que los virus dormían en la naturaleza hasta que llegaron los humanos, como sucede con el permafrost?

R.- En efecto, otro efecto del cambio climático es el derretimiento del permafrost [que expone a la atmósfera todo el material biológico atrapado debajo del hielo y libera grandes cantidades de CO2], pero también de todas las masas de hielo que contienen gases. Según un estudio, la descongelación del glaciar de Guliya, situado al noroeste del Tíbet (China), liberará 30 especies de virus distintos, de las cuales 28 eran desconocidas para la Ciencia. Si el glaciar se deshiela, estos pueden entrar en contacto con el ser humano. Y eso es solo un glaciar chino, imagina...

P.- ¿Cree que el deterioro ambiental que producimos causará crisis cada vez peores, más severas y frecuentes?

R.- El reto es entender algo que la ONU viene diciendo desde hace mucho tiempo: nuestra mejor vacuna para el futuro es proteger la naturaleza, la biodiversidad. Y no es solo una llamada de los grupos conservacionistas, sino de la ciencia. Ya no es una cuestión de ecología sino de puro egoísmo, si queremos: una naturaleza sana disminuye las pandemias. Insisto, si no es por ética, hagámoslo por superviviencia. La vacuna para el planeta es la vacuna para la Humanidad.

P.- ¿Cómo podemos poner a funcionar esa «vacuna»?

R.- Debemos ser conscientes de que no es el momento de detener el Acuerdo de París, sino de acelerarlo. Cuando pensemos en recuperar nuestra economía, recordemos que debe hacerse sin olvidar la transición energética que permite hacer frente al cambio climático. Debemos premiar esas actividades que contribuyan a mejorar la salud del planeta y poner trabas a las que no. Debemos adoptar hábitos diarios, pero exigir a nuestros gobiernos cambios estructurales.

P.- Ya, pero mientras EE UU y China no hagan caso…

R.- China es la gran incongruencia. No sirve cerrar solamente el mercado de venta de animales silvestres, sino que se debe actuar en consecuencia con todo lo demás. Necesitamos una agricultura más respetuosa, sostenible, ecológica; un comercio de proximidad; reducir el consumo de carne de granjas intensivas… son muchas cosas las que hay que ir haciendo. Aunque no lo parezca este negro capítulo de nuestra Historia debe ser una oportunidad para cambiar. Una de las lecciones que nos deja esta crisis es que se puede vivir sin reuniones presenciales, podemos teletrabajar, hacer videoconferencias… Tampoco es necesario pasar todas las vacaciones en países exóticos. Tenemos que acabar con ese ansia de reunir postales y reflexionar. Está en juego nuestro futuro y el de nuestros hijos.