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Medio Ambiente

¿Cansancio?

Ramón Tamames
Ramón Tamames Cristina BejaranoLa Razón

Ya hicimos referencia, hace varias semanas, a los puentes festivos de la Navi-dad Navi-dad y del Año Nuevo, Reyes incluidos. Y ya superadas esas jornadas de nuestro calenda-rio calenda-rio emocional, el cuerpo se resiente, y el espíritu también lo aprecia: hay un cierto cansancio, no bien definido.

No se trata sólo de la abundante y ocasional ingesta de alimentos, y líquidos elementos, que riman entre sí. Ni es cuestión de noches prolonga-das. prolonga-das. Incluso en una especie de réplica a San Juan, con sus hogueras para empalmar un día con otro, en una sucesión de ritos de muy antigua resonancia en gran número de lugares del mundo.

En todo ese esquema existencial hay, ciertamente, algo no aclarado ni en su longitud ni en su intensidad: un implícito temor al futuro. No sabemos qué puede suceder en un momento dado, incluso la muerte puede llegar, siempre prematura, cuando nadie la espera.

Dicen que para el cansancio, tal vez mejor dicho para el estrés, por un trabajo sostenido, lo mejor es pasear por un bosque silencioso; acusando el impacto de las irradiaciones relajantes de los árboles, que pueden apaciguar el alma siempre inquieta y exigente de horizontes no alcanzables.

En cualquier caso, a falta de prescripciones más convincentes, cabe recomendar a los amigos de la visión verde y de la economía circular –una a continuación de la otra–, que mediten sobre el sustrato de la vida cotidiana: un desfallecer leve –diría Kundera– que no acabamos de compensar con meditaciones como la que en esta columna me atrevo a ex-poner ex-poner hoy. Lectores, en todo caso, denles a las neuronas la libertad de llegar a lo más íntimo. Se lo merecen, por el ser-vicio ser-vicio que prestan.