Catástrofe en Asia

Miles de personas, en busca de comida y agua

La Razón
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Miles de personas afectadas por el tifón Haiyan transitan hoy por las carreteras de la isla de Leyte en busca de alimento y agua, tres días después de que el fenómeno meteorológico arrasara las provincias centrales de Filipinas.

El gobierno provincial ha arrojado sacas de arroz de 50 kilos en los laterales de las calzadas, donde imperaba la ley de la fuerza ante la falta de presencia de las fuerzas del orden.

Los equipos de limpieza también llegaron a la zona para apartar los amasijos de cables, árboles caídos y toneladas de escombros procedentes de antiguas casas y otros edificios, que bloquean el transito rodado y la llegada de ayuda a las zonas más aisladas.

Los propios residentes confirman la nula presencia de las fuerzas del orden, aunque reconocen que las autoridades locales también se han visto afectadas por los estragos del tifón.

"Hemos visto a muy pocos efectivos de las fuerzas de seguridad, pero claro ¿Cómo van a estar aquí si ellos se han visto igual de afectados que nosotros?", declaró Terry Mabag, propietario de una empresa constructora en Tacloban.

El portavoz de Defensa Civil, Reynaldo Balido, afirmó que el restablecimiento del orden en Tacloban y otras áreas es una de las "principales prioridades", mientras la Policía Nacional y el Ejército ha enviado a la zona efectivos de refuerzo para asegurar la paz y el orden en la región.

Mabag y su familia sobrevivieron a la crecida de la marea, causante de la mayor parte de los decesos, refugiados en el ático de su casa.

"Tenemos la suerte de que nuestra casa es de tres plantas y nosotros estábamos en el ático. El agua estuvo a punto de alcanzar el lugar donde nos resguardábamos, pero justo entonces empezó a remitir el nivel del agua", comenta el superviviente.

Tacloban y sus alrededores presentan un paisaje lunar, en medio de una gran desolación. La gran mayoría de las casas están totalmente destruidas y las construcciones de ladrillo en ruinas, mientras apenas queda vegetación en pie.

Según estimaciones de la Policía, más del 70 por ciento de los edificios de Tacloban han quedado destruidos tras el paso del tifón Haiyan el pasado viernes.

Beverly Cabillo, residente de la zona cuenta que "'Haiyan' fue como un dragón enorme que llegó y se lo llevó todo en un momento".

"Nos refugiamos en casa porque pensábamos que el tifón no iba a ser tan intenso, pero al poco empezó a arrastrar el tejado de nuestra casa", rememoró para Efe Cabillo, quien al regresar al que era su hogar se lo encontró sin techo y con los muebles a más de 10 metros de distancia.

La superviviente y su familia al ver la potencia del tifón decidieron trasladarse para pedir refugio en casa de un vecino cruzando la calle con una silla en la cabeza para evitar ser golpeados por uno de los innumerables objetos arrastrados por el viento, que llegó a superar los 300 kilómetros por hora.

Cabillo dijo no haber visto ningún equipo de rescate por la zona ni a las fuerzas del orden y rogó ayuda ante la escasez de líquidos para luchar contra la sed.

Aunque los vecinos se quejan de la falta de ayuda, un equipo de empleados del ministerio de Infraestructuras se encuentra en Tacloban limpiando el acceso a la zona, según dijo a Efe el ingeniero jefe, Ferdinand Briones, cuyo equipo trabaja 22 horas al día para tratar de despejar las calles ante la esperada llegada de víveres y bienes de primera necesidad.

Un avión de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos llegó esta tarde a Tacloban, cuyo aeropuerto reabrió hoy de manera parcial, con grandes cantidades de agua, mantas, paquetes de comida y generadores eléctrico provisionales.

"Nosotros trabajamos todo lo que haga falta, pero si nos quedamos sin agua poco podemos hacer", señaló Briones.

Mientras tanto miles de personas hacen interminables colas en las gasolineras que aún permanecen en pie para tratar de hacerse con un poco de combustible, como mucho 500 pesos (11,5 dólares u 8,6 euros) el límite establecido por el gobierno regional.

El presidente de Filipinas, Benigno Aquino, declaró hoy el estado de calamidad en todo el país, lo que le permitirá imponer un control de precios a los bienes de primera necesidad y evitar la especulación y el acaparamiento.

Mientras las cifras extraoficiales y los informes hablan de decenas de miles de víctimas mortales en la isla de Leyte, donde se haya Tacloban, el Consejo para la Gestión y Reducción de Desastres prosigue con el lento recuento oficial de fallecidos.

El último informe del organismo gubernamental filipino cifra los muertos por el tifón en todo el país en 255, con 71 heridos y 38 desaparecidos.

El número de afectados asciende a casi 9,7 millones de personas y a 615.000 desplazados, de los cuales 433.000 se encuentran alojados en los 1.444 centros de evacuación.

Zombies

El testimonio de la estudiante de Medicina Jenny Chu, recogido por la agencia Reuters, ha dado la vuelta al mundo: «Las personas deambulan como zombies buscando comida. Es como una película». Pocas imágenes tan concisas para describir lo que está viviendo la población de Leyte, la zona más castigada por el tifón «Yolanda» en Filipinas. El paisaje devastado por obra y gracia de la naturaleza ha sido rematado por la acción del hombre. «La gente se está volviendo violenta. Me temo que en una semana se matarán por hambre», decía ayer el profesor de instituto Andrew Pomeda a la agencia francesa Afp. Muy lejos del infierno de este país asiático, Grace Velonero, una empleada del hogar filipina en Madrid, suspira de alivio tras saber que su familia está bien. Grace llegó a España hace seis años. Dejó atrás a sus padres y a sus dos hijos, que hoy tienen 20 y 17 años y que viven en la provincia de Iloilo, que las autoridades han declarado zona catastrófica: «He podido hablar con ellos y están bien. Ellos me han dicho que mis padres también se encuentran a salvo, pero ha sido horrible. En Filipinas lo llaman el rey de los tifones. Yo soy muy creyente y sé que ha sido Dios el que ha salvado a mi gente de morir». Su amiga Janet Nesle –que también vive como expatriada en Madrid– no tiene motivos para sentir alivio. «No he podido contactar con mi familia y rezo a cada momento para que estén bien y para que sus casas sigan en pie». Melany García, una filipina que trabaja como camarera en Barcelona, tampoco ha podido contactar con sus seres queridos –que viven en una isla en el sur del país– pero sabe que todos están a salvo. «Me alegro de no estar ahora allí. Las noticias que llegan son terribles, estamos horrorizados con lo que ha pasado. Ha sido el tifón más peligroso que hemos tenido en el país y nadie sabe la magnitud de la tragedia».

En medio de la destrucción, el teniente Fermin Carangan dio muestras de un testimonio de arrojo y valentía al explicar a la agencia Reuters que después de estar cinco horas agarrado a un cocotero al lado de un niño, ambos lograron nadar hasta la orilla y salvar sus vidas después de ver cómo el viento se llevaba uno a uno a sus hombres. «Creo que el niño me salvó porque en él encontré la fuerza para poder sobrevivir».