Opinión

Segundas oportunidades

Han pasado nueve meses desde las primarias en el PSOE y lejos de apuntar hacia una recuperación electoral, lo único que se vislumbra es que cada día algún votante socialista deja de serlo. Hoy simpatiza con Ciudadanos casi un millón de estos antiguos electores y aquellos que se dejaron seducir por el sr. Iglesias no han vuelto, a pesar de los desastres en la formación podemita.

Es más inteligente buscar las causas que a los causantes y el PSOE necesita reencontrarse para que vuelva a ser interesante para la mayoría social. La primera razón de la crisis socialista tiene que ver con la confianza. Cuando un dirigente no inspira confianza suele ocurrir lo inverso: que sólo deposita la suya en muy pocas personas. Esto se traduce en la confección de equipos monolíticos en los que el criterio de entrada no es la valía, experiencia o solvencia, sino la garantía de que haga lo que haga el dirigente, recibirá su apoyo.

La consecuencia es la debilidad de dichos equipos en el diseño de estrategias y en la puesta en marcha de las mismas. Los votantes rápidamente perciben la consistencia de los equipos dirigentes y, en la medida en que no visualizan la solvencia que esperan, retiran su apoyo.

Cuando los sondeos indican este divorcio entre el electorado y la dirección del partido, todos los esfuerzos son dirigidos al control interno y a asegurarse la posición de poder. En ese esfuerzo de dominio orgánico es imprescindible silenciar a los que tienen autoridad moral en la organización como para que su voz discordante tenga eco.

El desprestigio de los presidentes autonómicos socialistas, como el que se ha realizado contra el presidente de Asturias o la polémica en torno al nombramiento del líder de los socialistas europeos no constituyen hechos aislados; son pruebas de que la dirección está demasiado ocupada en mantenerse como para lograr que el PSOE sea alternativa de gobierno.

Los equipos menos solventes terminan siendo los más duros y especializados en el control interno; saben bien que, cuantos más competidores eliminen, más aumentan sus posibilidades.

Esta semana no ha sido la mejor para el Partido Socialista. Sólo ha sido noticia por conflictos internos y está tan lejos de la actualidad que conoció con muchas horas de retraso la noticia de los graves incidentes en San Mamés antes del encuentro de fútbol entre el Athletic Club y el Spartak de Moscú, que se saldaron con la muerte de un ertzaina.

Que la número dos del PSOE se entere de la noticia un día después en una rueda de prensa, y porque le preguntan por su valoración de los hechos, ha sido la guinda de una semana nefasta que pone de manifiesto que la atención de la dirección está en otro sitio.

En política hay una respuesta adecuada a cada situación. Desde la calle Ferraz transmiten tranquilidad porque están convencidos de que Ciudadanos y el PP confrontarán duramente y que eso hará que muchos votantes vuelvan a mirar al PSOE. Los mismos vaticinaron que cuando Podemos se rompiese también esos votantes volverían al Partido Socialista.

Quizá el PSOE debería preguntarse por qué se fueron, porque de lo contrario será imposible recuperarlos. Tampoco estaría de más preguntarse por qué algunos dirigentes ganan y gobiernan en sus territorios

y si es bueno que sean perseguidos por quienes nunca

han ganado nada. Todo líder merece una segunda oportunidad, pero no está tan claro si más de dos son justificables.