Opinión

Casa llena, casa vacía

Dentro de un año los partidos estarán arrancando sus precampañas de cara a las elecciones autonómicas y municipales. La volatilidad electoral de los últimos años hace que en cada proceso electoral los líderes se la jueguen, de ahí que todos los periódicos publiquen, casi a diario, titulares sobre sondeos electorales en sus portadas.

Ciudadanos es el partido de moda y en los mentideros madrileños el pasatiempo preferido son las apuestas sobre si habrá sorpasso o no al PP.

Sin embargo, el mercado de encuestas puede ser, incluso, más especulativo que el de los productos financieros y las cotizaciones al alza de los partidos, en las que se suceden unos y otros cíclicamente, hay que mirarlas con cierto escepticismo.

El Sr. Rivera puede creer que sus expectativas se van a materializar, pero cometería un error. A Ciudadanos le ocurre como a Podemos, los ciudadanos les suelen otorgar mayor confianza cuando les preguntan su opinión que cuando van a votar.

Les ha pasado a ambos partidos en elecciones anteriores, las explicaciones son varias, cuando una formación política está de moda y se entrevista a un elector, su respuesta está condicionada por el clima y suele sumarse a lo que considera que está mejor aceptado socialmente.

Por otra parte, la emergencia de nuevos partidos suele ir de la mano del desgaste de otros, a los que, precisamente por su caída, cuesta reconocer el apoyo.

La última causa reside en el peso de responsabilidad que recae sobre cada votante cuando acude a las urnas y, que en no pocas ocasiones, le hace decidir su opción en el último momento.

Pero, el Sr. Rivera, debería tener en cuenta otro factor adicional para no entregarse a la celebración de los sondeos sin más y es que no juega sólo en la competición y que los movimientos de sus adversarios pueden influir decisivamente.

Por ejemplo, la convocatoria de elecciones anticipadas es prerrogativa del gobierno que, sin duda, elegirá el que sea el peor momento para el Sr. Rivera, menguando sustancialmente sus posibilidades, es decir, los tiempos de Ciudadanos no serán los tiempos electorales.

En cuanto al Sr. Iglesias, su trayectoria le ha hecho pasar de un momento dulce, de crecida vertiginosa y éxito, en el que su entorno brindaba por “celebrar las navidades en La Moncloa”, a otro de menores pretensiones, en el que cuando se miraba en el espejo por las mañanas veía a todo un vicepresidente del Gobierno, para terminar por no mirarse porque no se refleja ninguna imagen.

Lo desconcertante de todo esto es que PP y PSOE tampoco están para tirar cohetes. España está en recuperación económica, Cataluña era una oportunidad para desplazar los problemas de corrupción a un segundo plano y destacar como un hombre de Estado, pero el Sr. Rajoy, desde que llegó a la presidencia, ha desaprovechado todas sus bazas y no ha hecho otra cosa que perder votos.

El PSOE tampoco tiene motivos para la satisfacción. El líder del PSOE cuenta en su debe con dos derrotas electorales en carne propia, malos sondeos y, en Cataluña, un naufragio no esperado.

Según los estudios cualitativos, que suelen arrojar claves mejores y más útiles que los sondeos cuantitativos, el Partido Socialista no acaba de convencer, cuestión que contrasta claramente con los datos que se han publicado sobre la intención de voto municipal y autonómica en Andalucía.

La situación es tan alambicada que será motivo de muchas páginas de noticias, análisis y opinión, pero la conclusión es muy sencilla aunque deprimente: quien tiene buen inquilino, no tiene casa y quien sí la tiene, está vacía.