Opinión

La huelga espectáculo

Había motivos, como cada 8 de marzo, para subrayar las desigualdades que todavía existen. Nunca se había analizado tanto. Como dicen en misa, era justo y necesario.

Conviene enfatizar lo anterior para no tergiversar lo que viene a continuación. La huelga global pareció una muestra más de la facilidad que tiene la sociedad contemporánea para convertir una causa, incluso buena, en espectáculo.

El circo de discursos, muchos de ellos excluyentes, que hacía imposible que incluso entre las propias mujeres no hubiera discrepancias, tuvo maestras de ceremonias. Algunas valientes domadoras; otras, equilibristas en el arte de no quedar mal, eso que llaman postureo.

Hombres que se buscaban las cosquillas ideológicas en vez de mirarse en el espejo con un delantal. Y en el clímax, mujeres contra hombres a los que culpan sin distinción de sus males, y mujeres contra mujeres, porque unas son verdaderas féminas y las otras víctimas aunque «no lo sepan».

Nos quedamos con lo bueno que tuvo la jornada de ayer, pero no pierdan de vista que un veneno ha sido inoculado para el que hace falta un antídoto de todos los sexos.