Opinión

España y las pensiones

El debate sobre el presente y el futuro de las pensiones es el primer problema del Estado, pero no ha sido, ni de lejos, la prioridad en la agenda política, social y mediática hasta que las protestas de los pensionistas han empezado a cobrar cierta entidad.

La razón por la que las movilizaciones han empezado a tener eco y parece que les queda gasolina para rato tiene que ver con la coyuntura económica.

La inflación es un indicador que habitualmente, desde luego no siempre, se comporta cíclicamente, es decir, que cuando hay crisis económica, bajan los niveles de inflación y cuando la economía repunta se producen subidas generalizadas de precios y salarios.

Durante los años duros de la depresión y los recortes, las pensiones no han subido, pero los jubilados tampoco han perdido poder de compra, porque los precios se han mantenido estables o a la baja.

En este momento, en el que los indicadores macroeconómicos apuntan a una fase de recuperación de la economía, el nivel de precios está experimentando, como es lógico, una tendencia alcista.

En muchas ocasiones el hecho de dejar la actividad laboral para jubilarse ya representa una pérdida en sí misma de poder adquisitivo, pero si una vez en la nueva situación la inflación no es correspondida con un aumento de la pensión, la situación se agrava. Por eso, los pensionistas se han preocupado y han salido a la calle.

La sugerencia de vender patrimonio para completar las necesidades que no cubre una pensión insuficiente es interpretada como una agresión para una sociedad que ha redescubierto con la crisis que la red de apoyo ante las contingencias la ha proporcionado el patrimonio y los ahorros de las familias.

Además, en la medida en que la economía se recupere, la sociedad exigirá un mejor distribución de la riqueza y se multiplicaran las presiones desde las clases activas para participar en el reparto de la tarta.

Si a las tensiones de los trabajadores activos, de los funcionarios y de otros colectivos se suma el descontento de los jubilados se cumplirá la máxima de que los españoles prefieren a la derecha cuando hay crisis económica y a la izquierda para que distribuya mejor la riqueza cuando ésta se genera.

Pero en política no está escrito que algo deba ocurrir porque ya pasó antes y todo dependerá de las posiciones de los actores protagonistas. El PP se ha equivocado radicalmente en la estrategia de respuesta, tanto en el fondo como en la forma, ha olvidado que ha perdido importantes graneros de votos y los pensionistas han sido uno fundamental.

En una España que ha optado por la competitividad vía salarios bajos, en lugar de mejorar su productividad, por ser el país en el que los jóvenes trabajan con bases de cotización mínimas, cuando nos enfrentamos a la pérdida de población activa y la pirámide demográfica muestra una España envejecida, lo que se espera de los dirigentes políticos es que piensen en grande.

Lo que necesitamos desde hace mucho es un debate sereno y serio sobre el futuro y la sostenibilidad del sistema de pensiones, un plan energético y la definición de una nueva estructura económica.

Sin embargo, el gobierno de la impresión de que pasaba por aquí por casualidad, el PSOE está perdido, nadie sabe exactamente en qué y los partidos nuevos se dedican en exclusiva a elaborar eslóganes más o menos afortunados y a ver encuestas.

Decía D. Manuel Azaña que «España siempre hace lo correcto después de haber intentado todo lo demás», esperemos que no haya que probar muchas más incorrecciones.