Opinión
Realidad y ficción
Una sola persona puede obtener en un par de días tanta información como toda la humanidad junta desde el inicio de los tiempos hasta el año 2003, pero el conocimiento es algo más que la capacidad de obtener datos, porque la información sin procesar genera demasiado ruido como para ser útil.
Internet y las redes sociales se han convertido en un potente instrumento de difusión de noticias. Su alcance es instantáneo y masivo, lo que le hace superar con diferencia a los medios tradicionales.
El e-commerce está ocupando posiciones de mercado cada vez más relevantes y las empresas mantienen una lucha encarnizada por mejorar su posición en los buscadores, tanto la que es de pago, como la que llaman los especialistas orgánica y que corresponde con el lugar en que aparece cuando buscamos en Google .
Algunas empresas conocidas por todos nosotros solo mantienen la oferta de algunos productos en la compra online, no estando disponible en una tienda. La muestra de hacia donde va el futuro más que inmediato es que cinco de las empresas más grandes del mundo son tecnológicas. A la cabeza se encuentran Alphabet, Apple, Microsoft, Amazon y Facebook.
La vida circula entre ficción y realidad, las relaciones personales han cambiado y hasta nuevos hábitos diarios. Se calcula que en el año 2017 entraron en Facebook más de 800.000 personas por cada minuto de internet, un 20% más que en 2016, pero aún más rotundo fue el crecimiento de otros como Google, pasando de 2,5 millones de entradas en 60 segundos a 3,5, o el de Youtube, que se duplicó superando los 4 millones.
Un de estas empresas está siendo la protagonista del último escándalo de filtración de datos, se trata de Facebook. Presuntamente, desde su red, se pudieron recopilar datos sin autorización, sobre las preferencias personales de 50 millones de personas para ser utilizados en las elecciones presidenciales estadounidenses.
No es el primer escándalo de Facebook, hace unos meses estalló la crisis de la trama de las “fake news” o falsas noticias que tienen como objetivo generar confusión y engaño, con la actual crisis se apuntala la percepción generalizada de que los usuarios “regalan” demasiados datos sensibles y que las redes no son demasiado de fiar.
Pero el debate hay que situarlo en un ángulo de mayor altura que la mera responsabilidad penal de los autores o el paquete de nuevas medidas de seguridad que, sin duda, expondrán todas las empresas de redes sociales en los próximos días.
El fondo del asunto es si el mercado puede funcionar eficiente y éticamente sin la intervención del Estado. En un mundo globalizado no se pueden poner puertas al campo y la digitalización es necesaria y proporciona el soporte de avance social, pero lo que está ocurriendo realmente es que el mercado está fallando de una de las formas más clásicas posibles: se están generando algunos monopolios.
¿Puede existir algo peor que la no transparencia y acceso a la información?. Hasta la fecha la respuesta a esta pregunta era un NO rotundo, porque la información es o debe ser un bien público, pero lo que no se había contemplado es la posibilidad de que se generen monopolios de posesión de datos personales que no solo generan un mercado, sino que pueden llegar a influir en los sistemas democráticos.
La intervención de los poderes públicos es lo único que puede delimitar el funcionamiento de los mercados más radicales, por ejemplo, en favor del derecho a la intimidad.
Lo que ha ocurrido ya lo vimos en la famosa serie norteamericana “House of cards”. De nuevo, la realidad supera a la ficción.
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