Opinión
La toxicidad de un máster
El estilo del Sr. Rajoy no es el de solucionar los problemas en primera instancia y, si es posible, tampoco en segunda. Por ello, el asunto del máster de la Sra. Cifuentes se está pudriendo sin que haya un solo movimiento desde el Partido Popular.
La presidenta de la Comunidad de Madrid ha renunciado a su título. En términos de comunicación política, eso es un reconocimiento tácito de que la acusación que se formulaba sobre ella es cierta.
Si se hubiese hecho la rectificación el mismo día en que se publicó la denuncia se hubiese acabado en ese momento con el asunto, porque nadie votó a la Sra. Cifuentes en las elecciones autonómicas por su currículum.
Sin embargo, un error en el inicio de la crisis y su empecinamiento posterior han puesto patas arriba todo. El PP sabe que es altamente improbable mantener en su sillón a la Sra. Cifuentes porque el escándalo ha estado rodeado de demasiado ruido y este tipo de cosas son las que quedan grabadas en el imaginario colectivo y no se perdonan.
Además, aunque hipotéticamente escapase de la amenaza de Ciudadanos de sumarse a la moción de censura, el valor de la presidenta como activo electoral para las próximas elecciones está muy deteriorado.
En estas circunstancias, mantenerla en su responsabilidad sólo tiene como explicación la dificultad de encontrar un sustituto para unos meses y las consecuencias electorales que eso supone.
La patata caliente también la tiene el Sr. Rivera, al que la inmovilidad del PP le empuja al lado de PSOE y Podemos, la foto menos deseada por el líder naranja. Además, se está poniendo a prueba la relación entre el Sr. Aguado, responsable de Ciudadanos en Madrid, y la dirección nacional.
Es una regla política inexorable en todas las formaciones que los liderazgos madrileños tienen una sintonía muy mejorable con sus homólogos nacionales.
Tampoco el PSOE ha podido brillar hasta el momento, el protagonismo de Ciudadanos decidiendo el futuro de la presidenta autonómica le ha mostrado que su influencia social está muy lejos de ser la que un día fue.
De paso, el secretario general madrileño se ha llevado una tarascada, porque es más barato atizarle a él que a otros y los abusones nunca se enfrentan a otros abusones.
Los podemitas también andan un poco desorientados. En medio de su pelea con el Sr. Iglesias, lo último que le faltaba al Sr. Errejón es ver al Sr. Espinar como vicepresidente autonómico y, en eso, no es el único.
Lo anecdótico es que el PP, protagonista de una concatenación de escándalos, debilitador de los servicios públicos y dividido internamente, ha sido inmune a todos esos hechos que no ha conseguido tambalear lo más mínimo su gobierno autonómico y, sin embargo, una mentira sobre una línea de un currículum vitae se ha convertido en un asunto tóxico para ellos y para los demás.
Con más tablas que inocencia, la presidenta situó la semana pasada la pelota en el tejado del Sr. Rajoy cuando afirmó que sólo dimitiría si éste se lo pidiese, pero sabe que debe irse, no sólo por decir que tenía un máster cuando no lo tenía, sino por la presunta y desesperada falsificación de papeles, tratando de negar la evidencia.
Tampoco ha sido cómodo para la Universidad Rey Juan Carlos, una institución que cuenta con magníficos docentes e investigadores, que han formado a grandes profesionales en nuestro país y, de paso, para toda la comunidad universitaria, a la que siempre hay quien está dispuesto a dañar.
Quizá debería cambiar el título de esta tribuna, por que lo tóxico no es un máster, lo es la mentira.
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