Opinión
El arte de hacer poco
Esta semana la decisión del oráculo verá la luz y conoceremos el nombre del elegido para presidir la Comunidad de Madrid. El estatuto de autonomía determina que tiene que ser diputado regional, una exigencia que complica las cosas, limitando las opciones a los 47 integrantes del Grupo Popular en el Parlamento autonómico.
La crisis de la Sra. Cifuentes parece haber tocado fondo y se ha despejado la otra incógnita, en caso de que alguna vez haya existido, acerca de un nuevo gobierno de coalición PSOE-Podemos.
La calle Génova tendrá, después, su segunda misión. Una vez despejada la presidencia, debe resolver el liderazgo del Partido Popular de Madrid. Podrá hacerlo al modelo Aguirre-Cifuentes, es decir, que el responsable institucional sea el orgánico, o al modelo Gallardón-García-Escudero, en el que la bicefalia funcionó perfectamente.
En cualquier caso, parece que al Partido Popular sólo le queda dar el «do de pecho» para intentar recuperarse. Gobierna en 139 municipios de los 179 que tiene la región, lo que representa casi el 80% de los pueblos y ciudades.
Utilizará todos estos resortes y algunos más para mantenerse en el poder. Iniciará una campaña de castigo permanente, como la gota china (que no malaya), a Ciudadanos, que se ha convertido en su adversario directo.
Después de haber cometido muchos errores durante largo tiempo, el PP debería tener bastantes aciertos en los poco más de seis meses que quedan para que la próxima precampaña entre en carga y eso es, muy difícil.
Pero el saldo negativo no es sólo para el Partido Popular, que, por cierto, gobierna la Comunidad de Madrid desde hace 23 años; las consecuencias nefastas también han sido para el sempiterno aspirante a la Puerta del Sol: el Partido Socialista.
Ciudadanos ha arramblado con toda la pérdida electoral de los populares, pero también se ha llevado bastantes apoyos socialistas en estos tres años de legislatura. Hay una diferencia importante entre ambos. El Partido Popular se ha visto inmerso en un escándalo tras otro y en luchas internas muy virulentas. Los dos ingredientes actúan como una bomba de racimo, de consecuencias incontroladas.
En cambio, en el PSOE madrileño no ha habido disidencias porque la mano férrea de la dirección nacional se ha dejado sentir en todo momento y en todos los territorios. La calle Ferraz puso al frente de las instituciones a quienes consideraron oportuno, lo mismo que al frente del partido, intervino en todas las decisiones estratégicas y no dejó margen para la discrepancia.
Cuando se actúa de esta manera, se hace lo que se considera mejor, pero, al mismo tiempo, se asume la responsabilidad total de lo que ocurra. El día 2 de mayo, el Sr. Gabilondo afirmó en una entrevista concedida al diario El País: «El PSOE tiene que hacerlo mejor, tenemos que mejorar más la confianza de los ciudadanos».
Sin duda, el primer paso para poder rectificar errores es reconocerlos, lo malo es que las consecuencias de los ya cometidos no se pueden borrar. Pero, reconocerlos no es lo mismo que aprender de ellos. En otro caso, los protagonistas del desastre del año 2003 no seguirían manejando el partido entre bambalinas.
La última consideración es que, en política, como en la vida, cuanto más activo se sea para conseguir los objetivos, es más probable conseguirlos, pero también se queda más expuesto a los ataques de todo el mundo.
Al final hay que elegir entre no tener ninguna cicatriz o intentar ganar la batalla. No pelear asegura tener la piel sin marca alguna, esto le muestra a uno más guapo, pero, claro, con eso no se gana.
✕
Accede a tu cuenta para comentar