Opinión

No a los cerdos

Si uno sale por carretera de Córdoba en dirección a Málaga se comprueba que una parte de las tierras que antes estaban dedicadas a los cereales y al girasol ahora están ocupadas por olivares plantados en régimen intensivo o «superintensivo». Esta situación se da también en otras partes de España y en otros sectores como como son el del almendro o los nogales.

Es decir, se trata de nuevas variedades de aceituna, de almendra o de nueces que entran en producción de forma muy rápida, con unos rendimientos muy elevados y con unos costes de recolección más bajos que los existentes en las plantaciones tradicionales de estos mismos árboles.

Por lo tanto, se puede decir sin temor a exageración que el mapa de cultivos está conociendo una auténtica revolución en muchas zonas de España. En lo que respecta a la ganadería, también se ha vivido durante los últimos 20 años otra revolución en el caso del porcino. Sin embargo, podemos estar ante un gigante con los pies de barro.

La situación actual en este sector se caracteriza por el aumento de la oposición a la instalación de lo que se ha dado en llamar macro granjas. Todas las semanas llegan varias noticias sobre protestas en diferentes pueblos de Castilla- La Mancha, Castilla y León, Aragón o Valencia, por citar tan sólo algunas, ante los proyectos de empresas y ganaderos para construir macrogranjas o agrupaciones de las mismas. Los opositores de este tipo de actividad argumentan que se trata de explotaciones que contaminarán las tierras y el agua por los purines que generan; también destacan los olores que molestan a los habitantes de los pueblos cercanos y que pueden ahuyentar el turismo.

Dicen, además, que la creación de empleo vinculado a esas explotaciones es mínima.

Pese a todo esto la posición del sector del porcino como tal sobre este problema se desconoce. En resumen, que los cerdos y sus granjas son necesarios, pero nadie quiere tenerlas a su lado.