Opinión

El descubrimiento de América

Comenzar definiendo el contenido de lo que se va a tratar es una vieja cuestión que siempre origina oscuridades más que luces. Por ejemplo, se define la Historiografía como «el arte de escribir la historia» y esta función difiere de épocas, porque en cada época se advierte el peso del sentido que el tiempo otorga al tema histórico de que se trate: se trata de cuál pueda ser el concepto predominante sobre un determinado fenómeno histórico, que en el caso presente es el Descubrimiento de América.

Porque la historia que estudiamos no es la que fue efectivamente real, sino aquella que los historiadores han tenido que reconstruir valiéndose de la causalidad de encontrar datos que se ha tenido la oportunidad o la fortuna de tratar, desde un tiempo distinto. Claro está que el Descubrimiento de América, ocurrido en 1492, no fue cuestión de un momento, sino de un tiempo de largo recorrido que, inevitablemente, tiene que serlo y, utilizando los datos escritos por los historiadores de muy diverso corte, matiz y nacionalidad, aportar ideas para formar un tejido de fuerte matiz que nos aproxime a la Historiografía, animada de un pensamiento. Ello si conviene que aceptemos de antemano que el Descubrimiento de América se trate de un proceso histórico que abarca el tiempo de conocimiento físico, por una cultura de personalidad científica, y se refiere al tiempo de conocimiento geohistórico de múltiples realidades.

Son tres estructuras históricas las que conducen del conocimiento geohistórico, total, de una realidad:

Una. La que conduce de la fantasía al conocimiento científico, la tenemos centrado en la obra del Catedrático de Latín de la Universidad de Sevilla Juan Gil, «Mitos y utopías del Descubrimiento».

Dos. Cristaliza históricamente en un conocimiento geográfico de la realidad, plasmado en el conocimiento a escala en la Cartografía científica.

Tres. Comienza con una intención o proyecto político que, en el caso de España, se inicia en simultaneidad con Portugal por el dominio de la navegación del Océano; los siguientes márgenes de rivalidad son con Holanda en el siglo XVII y con Inglaterra en los siglos XVIII y XIX.

Hubo acuerdo de España y Portugal en el Tratado de Alcaçovas (1479) que señala y marca los campos de navegación atlántica: Oriente asiático para Portugal, Occidente para Castilla. Al tiempo se abre una etapa histórica con la maduración de una fuerte tradición marinera del comercio castellano de lana, trigo y hierro; en la Castilla mediterránea, desde Tarifa hasta Valencia y Cartagena; y en la Castilla atlántica, desde Ayamonte a Gibraltar, en estrecha relación, centro privilegiado confluyente de marinos cantábricos, genoveses, catalanes y mallorquines.

Son tres focos de población en los que se orienta con firmeza la conjunción de financiación, inversión, comercio; afán de conocer y de saber, desde la sociedad popular a la Corona. ¿Cuándo acaba el proceso del Descubrimiento? Con la aparición de la Cartografía de América como «Quarta Orbis Pars»; es decir, como realidad individualizada en las Cartas Cartográficas. Desde la maravillosa Carta de Juan de la Cosa (1500) hasta la aparición de la serie de Ribeiro (1518-1533), vinculado a la Casa de Contratación, la obra de los Padrones Reales, de los que han sobrevivido tres: los de 1527, 1529, 1530. Como dice G. R. Crone, estos tres mapas son la contribución más importante para la realización del mapa del mundo.

En consecuencia, aunque en todos los manuales de Historia de América, que en el primer capítulo aparezca el tema del Descubrimiento atribuyéndolo a Cristóbal Colón no hay tal; Colón es el capitán de la flotillas de tres navíos con su tripulación completa.

Colón tiene firmado un contrato que se ha llamado Capitulaciones de Santa Fe, en cuya virtud, en caso de que la ruta se concluya y las previsiones de Colón se cumplan, será Virrey, Almirante y obtendrá el décimo y el octavo de los beneficios comerciales, como así ocurrió, pero tendrá que estar a lo que ordene la Corona respecto a la soberanía y organización.

Porque es la Corona el actor del Descubrimiento, poniendo los medios y afrontando el riesgo del fracaso o del triunfo dependiente del resultado del viaje oceánico mandado por Colón en 1492. La toma de decisión de este viaje descubridor corresponde a los monarcas. ¿Una larga espera? Por informarse al máximo, por prudencia política, por seguridad máxima, obteniendo el máximo posible de opiniones técnicas y científicas.

Existen contactos inequívocos por parte de la Corona para llevarlo a los hechos: la intervención de Rodríguez de Fonseca, la petición de Bulas Pontificias y el Tratado de Tordesillas, precedido del de Alcaçovas, y la creación de la Casa de Contratación.