Opinión

Ganar tiempo

Sánchez y Torra se han reunido y han hecho un «Tarradellas». Han cuidado las formas. Desde la duración del encuentro, dos horas y media, hasta los paseos por los jardines, los tuits en catalán de Sánchez, y regalos encima de la mesa. Finalizada la reunión parabienes. Ambas partes han afirmado que «todo había ido muy bien», como hizo Tarradellas en aquella catastrófica reunión con Suárez.

Resultados pocos. ¿Hay solución al conflicto? No. ¿Habrá referéndum de independencia? Tampoco. ¿El gobierno doblega al soberanismo? No. ¿Los independentistas reniegan de la independencia? Menos. ¿Hay solución a corto plazo? No. ¿Si no se ha solucionado nada porque las partes se consideran satisfechas? Algunos utilizaron ayer el término «deshielo» como el gran objetivo. Ciertamente se ha bajado la tensión. Ninguna de las partes renuncia a sus postulados, pero ambas buscan ganar tiempo. Torra porque necesita ver cuál es su camino. Puigdemont calla, forzado por sus abogados, porque en el tribunal alemán no parece que vayan bien las cosas. La pelea por la supremacía del soberanismo es a cuchillo. La vía unilateral es una carretera tapiada sin opción. El presidente catalán necesita tiempo, aunque sea para preparar un nuevo adelanto electoral, opción nada descartable. Lo necesita incluso para saber si su presidencia se consolida o cae como un castillo de naipes, porque asaltantes a su fortaleza no le faltan en sus propias filas. Torra sabía, antes de empezar, que Sánchez le diría a todo que no y aceptó la constitución de la comisión mixta, un regalo menor, aunque lo soslayó en sus inflamadas declaraciones por la República.

Sánchez también necesita tiempo. Su objetivo es implantar la «real politik», la «política de la realidad», que aboga por «el avance en los intereses de un país de acuerdo con las circunstancias actuales de su entorno, en lugar de seguir principios filosóficos, teóricos o morales». En pocas palabras, Sánchez jugó a desbloquear la situación, bajar la tensión, a sabiendas que el acuerdo es imposible. Ambos se han dado un balón de oxígeno en su primera partida. Ayer no fue el final de nada, sino el principio de todo. Los «indepes» seguirán a lo suyo al igual que el Gobierno de España. Ambos saben que la solución está lejos y que las primeras escaramuzas las dirimirán las urnas. Si los independentistas revalidan sus mayorías la situación empeorará, si los constitucionalistas arrastran a una buena parte de los catalanes, otro gallo cantará.