Opinión
«El invierno demográfico pone en riesgo nuestro Estado de Bienestar»
Las estimaciones demográficas de que disponíamos hasta la fecha, elaboradas por el INE y por Eurostat, vaticinaban que la población española se ubicará entre 44 y 49 millones de personas dentro de tres décadas. En otras palabras, nuestro país o bien perderá residentes o bien los incrementará de un modo muy moderado. Y lo que es peor, la mayor parte de esa población se hallará enormemente envejecida. En particular, si a día de hoy la población en edad de trabajar es de alrededor de 32 millones de personas, INE prevé que en 2050 lo sea de 24 millones y Eurostat, de 26. Datos bastante inquietantes sobre nuestro invierno demográfico que, de ser ciertos, inevitablemente terminarían pasando factura a la sostenibilidad de nuestro Estado de Bienestar. Esta semana, empero, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) ha acudido aparentemente al rescate. En un estudio que ha sido recibido con alborozo por quienes se cierran en banda a introducir cualquier tipo de reforma en los servicios públicos, se plantea la posibilidad de que nuestro país alcance una cifra de hasta 60 millones de personas, lo que podría dejar la población en edad de trabajar en una cuantía muy cercana a la actual.
Aparentemente, pues, ningún replanteamiento del Estado de Bienestar resultaría necesario. Podemos limitarnos a colocar el piloto automático y todo se mantendrá como hasta ahora. Sin embargo, no deberíamos autoengañarnos con conclusiones precipitadas. Primero, la estimación de una población de 60 millones de personas, y de casi 32 en edad de trabajar, es el pronóstico más optimista efectuado por la AIReF. Bajo el más pesimista, los residentes se ubicarían en 52 millones, de los cuales apenas 28 estarían en edad de trabajar (es decir, vaticinios más cercanos a los de INE y Eurostat). Segundo, el motivo por el que las expectativas de la AIReF recogen una mayor población futura que las del INE o Eurostat es por su previsión de un mayor flujo de inmigrantes. Es decir, con respecto a la población autóctona, todos los organismos son igual de pesimistas (si bien la AIReF contempla un posible repunte de la tasa de natalidad), de modo que las diferencias recaen en las previsiones de inmigración.
Y, en este último punto, las incertidumbres no son pocas. ¿Realmente seguiremos recibiendo tantos inmigrantes si, a lo largo de las próximas décadas, el resto del mundo comienza a desarrollarse? ¿La productividad de los entrantes será tan alta como la de los autóctonos salientes? ¿Serán los españoles suficientemente tolerantes como para acoger e integrar a diez millones de nuevos inmigrantes? Y tercero, aun cuando estos vaticinios de la AIReF fueren correctos, en lo que no hay discrepancia alguna es en la evolución de nuestra tasa de dependencia (el número de personas menores de 16 y mayores de 67 que dependen de los ciudadanos en edad de trabajar). Frente a la actual tasa de dependencia del 25%, la AIReF prevé una horquilla entre el 45% y el 60%. Prácticamente la misma que el INE y Eurostat. Y es esa elevadísima tasa de dependencia la que volverá insostenible nuestro actual Estado de Bienestar. No usemos a la AIReF como pretexto para el inmovilismo antirreformista.
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