Opinión
El primer tratado anticomercio de Trump
¿Es Donald Trump un enemigo genuino del libre comercio o sólo lo aparenta para forzar a otros países a que avancen hacia el librecambismo? En principio, ambas interpretaciones podrían ser correctas. Por un lado, sabemos que el estilo negociador del presidente de Estados Unidos consiste en amenazar a la otra parte hasta conseguir que ceda ante sus auténticas pretensiones.
Por otro, también sabemos que, si bien el asesor en materia comercial del presidente estadounidense, Peter Navarro, es un economista fuertemente proteccionista, su asesor en materia económica, Larry Kudlow, ha sido tradicionalmente un defensor del libre comercio y de la globalización. Y por si los anteriores argumentos no fueran suficientes, recordemos un reciente tuit de Donald Trump sobre sus negociaciones comerciales con la Unión Europea. «Tengo una idea: que tanto EE UU como la Unión Europea eliminen todos los aranceles, barreras y subsidios. Eso sí sería un mercado libre y un comercio justo. Espero que lo hagan. Nosotros estamos preparados, pero ellos no», escribió el presidente de Estados Unidos. ¿Cuál es el verdadero Trump? ¿Aquél que lanza soflamas antiglobalización y anticomercio o aquel otro que dice querer avanzar hacia acuerdos bilaterales que eliminen aranceles y obstáculos comerciales? Ante la duda, lo mejor es juzgar a las personas no tanto por sus palabras cuanto por sus hechos. Así las cosas, uno de los primeros tratados comerciales que denunció Donald Trump –antes y después de su llegada a la Casa Blanca– fue el NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte, por sus siglas en inglés), a saber, el acuerdo comercial de Eestados Unidos con México y Canadá. Durante las últimas semanas, el presidente estadounidense ha logrado renegociarlo con ambos países, dando lugar a un nuevo tratado que ya se conoce como USMCA (United States, Mexico, Canada) y que entrará en vigor el 1 de enero de 2020. Por consiguiente, podemos analizar la letra de este nuevo pacto para verificar si, en efecto, el presidente estadounidense ha mejorado el NAFTA liberalizándolo o, en cambio, lo ha empeorado sumándole más elementos proteccionistas. Y, por desgracia, parece haber sucedido lo segundo. El USMCA obliga a que los fabricantes de automóviles adquieran el 75% de los inputs en Norteamérica (el NAFTA exigía el 62,5%) y que, además, cerca del 40% de esos inputs sean fabricados por trabajadores que cobren al menos 16 dólares la hora (lo que claramente impedirá que sean fabricados en México); el USMCA autoriza al Gobierno estadounidense a imponer aranceles de emergencia de hasta el 25% en la importación de automóviles o inputs automovilísticos; y, asimismo, la protección de patentes en Canadá en favor de los medicamentos estadounidenses se extiende de ocho a diez años. En suma, aun cuando no conocemos todos los puntos del USMCA, los primeros detalles de los que sí tenemos constancia no apuntan en la dirección de más libertad comercial, sino de más proteccionismo. Y eso constituye inevitablemente una mala noticia para la economía mundial, puesto que significa que Donald Trump no va de farol con sus amenazas proteccionistas y que, en suma, la globalización está en peligro.
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