Opinión

La voz de Vox

Hay una sentencia lapidaria, de un veterano dirigente político, que llama a prestar atención a la estrategia de comunicación: “Lo que no sale en los medios no existe”. Si un partido no es capaz de emitir mensajes sobre sus propuestas, lo que se pone en riesgo es su propia existencia.

Por eso, no es de extrañar que los cabecillas de Vox estén encantados con la repercusión del acto del pasado domingo. Han pasado de no existir a copar la información durante los días posteriores.

Algún analista ha llegado a insinuar que el principal perjudicado por la emergencia de la extrema derecha es el Partido Popular, sin embargo, este análisis es erróneo, cortoplacista y con un toque de frivolidad.

El perjudicado es el país entero, no hay más que echar un vistazo a nuestros vecinos, los franceses, para comprobar los efectos devastadores que tiene, en el largo plazo, el crecimiento de este tipo de radicalismos.

La presunta relación, durante los años ochenta del siglo pasado, entre el presidente Mitterrand y Jean-Marie Le Pen ha sido objeto de controversias, justificaciones y duras críticas dentro y fuera del Partido Socialista.

En aquel período, la subida electoral del Frente Nacional no suponía ningún riesgo para el Estado de Derecho, pero sí resultaba muy eficaz restando apoyos a la derecha democrática. El grupúsculo fascista tenía el 0,2% de los sufragios, pero el Sr. Mitterrand ordenó que la televisión pública diera cancha a Le Pen y se disparó en las urnas.

El Partido Popular tiene posiciones poco moderadas en algunos temas, y precisamente esa idiosincrasia de la derecha española que le aleja, en algunos aspectos, de otras fuerzas conservadoras europeas, pero eso mismo ha bloqueado la implantación de un partido ultraderechista.

Vox puede llegar a ser un Frente Nacional en España o seguir siendo una fuerza residual, todo depende de cómo se hagan las cosas y de la visión a largo plazo que se tenga en la escena política.

La crisis económica ha dejado una huella muy profunda de rechazo al sistema y a las instituciones en la conciencia de la gente. El rechazo a lo diferente, la implantación del discurso populista y peligroso de que los inmigrantes se apropian de lo que es de los nacionales españoles, sumado al choque del nacionalismo centralista con el independentismo, genera el caldo de cultivo idóneo.

Si, además, esta tormenta perfecta se adereza con minutos en televisión y repercusión en medios de comunicación, entonces no les quepa duda, Vox irrumpirá en el escenario político con fuerza.

Ciudadanos y la izquierda política pueden pensar que ellos ganan si cae el Partido Popular drásticamente, pero se equivocarán, porque todos perdemos cuando emerge un partido fascista y xenófobo.

Otros malintencionados han visto la mano del todopoderoso asesor del presidente, el Sr. Redondo, en la cobertura que dio al acto TVE, pero es una afirmación carente de lógica porque la ventana mediática no fue exclusiva de la televisión pública, sino que fue común en varios medios.

El Sr. Redondo es perjudicial para los socialistas porque puede votar y asesorar al PSOE en las generales, a los Sres. Monago, Moreno o Albiols en las autonómicas y vaya usted a saber a quién en las municipales, pero el alcance de Vox se le escapa de su ámbito de poder.

Hay un tufillo de elecciones generales a la vista en unos meses y cuando eso ocurre, los partidos tienden a atacarse con más dureza de lo habitual y eso que en España ya supera algunos límites. Sin embargo, frenar el ultraderechismo es una cuestión de Estado y eso afecta a los protagonistas políticos y a los medios de comunicación.