Opinión
En Pobar ha nacido un niño
En Pobar, un pueblo semivacío de las Tierras Altas de Soria, ha nacido un niño. Ha sido un acontecimiento memorable porque hacía más de cincuenta años que allí no nacía nadie. Lo mismo ocurre en los pueblos de alrededor, donde apenas queda un alma, y pocos recuerdan el último bautizo. En esta amplia comarca, que fue cabeza de la Mesta y alimentó a cientos de miles de cabezas de ganado, viven ahora menos de dos habitantes por kilómetro cuadrado. Es un desierto demográfico, poblado de pueblos muertos. Pobar se asienta entre las sierras de la Alcarama y el Almuerzo. Es una tierra áspera y quebrada, donde crece la estepa, el sabino y el roble y encuentran cobijo la liebre y el jabalí. En el cielo vuelan, majestuosos, el buitre y el águila. Una carretera tortuosa, la SO-P-1001, poco transitada, que va de Magaña a Soria, es la vía de comunicación con el mundo habitado.
Lorena, la madre, tiene 31 años, nació en Aragón, de familia ganadera y sintió desde niña la atracción de la majada y la llamada del campo. Ella quería ser pastora. Cursó el grado superior de gestión de empresas agropecuarias y de recursos naturales. Y ha cumplido su sueño. Cuando tenía 25, alquiló una casa en Pobar, unas majadas y dos mil hectáreas de terreno. Le decían que estaba loca. Compró la primera punta de ovejas, que ella misma condujo por las cañadas. Llegó a juntar seiscientas cabezas de ganado y se echó literalmente al monte. En el buen tiempo había gente en el pueblo, pero luego, cuando llegó el frío, se quedó sola. Pasaba muchos días sin ver a un ser humano, pero no le importaba. Hace unos inviernos, el de la gran nevada, permaneció encerrada en casa sin ver a nadie casi dos semanas. Dice que prefiere esta soledad a vivir en la ciudad, donde se aburriría. Disfruta viendo pastar a sus ovejas, careadas en los ribazos o en las laderas del monte, acompañada de sus tres perros, Ori, Senda y Gordo, y con un libro en el zurrón. Hace un par de años conoció a su compañero por «WhatsApp», también ganadero, procedente de La Rioja. A pesar de que en estas soledades y en gran parte del mundo rural no hay «wifi» y las comunicaciones son muy deficientes. Juntaron sus rebaños y unieron sus vidas. Ahora dicen que comprarán una de las ruinas de la aldea y sobre ellas construirán una casa grande para ellos y para su hijo.
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