Opinión
La desaceleración llega al empleo
La Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre de 2018 –la primera del nuevo Gobierno Sánchez– no ha sido catastrófica. Entre julio y septiembre, la economía española fue capaz de crear 183.900 puestos de trabajo hasta alcanzar una población ocupada de 19,5 millones de personas. Desde el PSOE, sin embargo, han pasado de la ausencia de catastrofismo a un triunfalismo completamente infundado. A la postre, si analizamos de cerca los datos de la EPA, no es difícil encontrar motivos para la inquietud.
Primero, el número de ocupados creció al menor ritmo desde el tercer trimestre de 2015. Ahora bien, si eliminamos los efectos puramente estacionales ,es decir, aquellos que se deben a las circunstancias propias de este período del año, estamos ante el peor tercer trimestre desde 2014 y ante el tercer peor trimestre en términos de creación de empleo de los 18 que han transcurrido desde que comenzó la recuperación. En particular, sin estacionalidad, la creación de empleo sólo se incrementó un 0,48%, casi la mitad que en el trimestre anterior.
Segundo, las cifras de creación de empleo en el sector privado todavía son peores que las indicadas en el párrafo anterior. Incluso sin desestacionalizar la serie, 49.700 de los 183.900 empleos creados durante este período fueron empleos públicos. O dicho en otras palabras: el sector privado únicamente generó 134.200 puestos de trabajo, el peor tercer trimestre desde 2013. Y no olvidemos que la economía española estaba sumergida en 2013 en una fortísima recesión económica (el PIB se contrajo un 1,7% durante ese año).
Tercero, si concentramos nuestra atención en las cifras de paro, éstas también apuntan a una pérdida de dinamismo de nuestro mercado laboral. El número de parados se redujo en 164.100 personas, el peor tercer trimestre desde 2013. En este caso, sin embargo, si desestacionalizamos la serie, estaríamos «sólo» ante el peor tercer trimestre desde 2014 y ante el quinto peor trimestre de los 18 que han transcurrido desde que comenzó la recuperación.
Y cuarto, además del débil ritmo de creación de empleo y de reducción del paro, también debemos constatar que la calidad de los nuevos puestos de trabajo no sólo no ha mejorado sino que ha empeorado. En este tercer trimestre, el 85% de todos los nuevos empleos por cuenta ajena han sido de carácter temporal. En otras palabras, el drama de la temporalidad se mantiene en nuestro mercado de trabajo pero, para más inri, en el contexto de débil creación de empleo.
Nada de todo esto debería ser demasiado sorprendente. Basta con observar la evolución de nuestro Producto Interior Bruto para constatar que nuestra economía se está desacelerando y que, en consecuencia, la generación de empleo también irá frenándose por necesidad. De hecho, incluso podría argumentarse que esta progresiva parálisis no es imputable al PSOE, sino a factores externos como el alza del precio del petróleo o el debilitamiento del crecimiento global.
Ahora bien, lo realmente preocupante es la complacencia con la que el Gobierno ha recibido estos datos y, sobre todo, la inconsciencia con la que persiste en defender un programa económico suicida como el pactado con Podemos, con subidas de impuestos, incremento del salario mínimo o contrarreforma laboral. Todos ello son palos en la rueda de una recuperación que, también en el empleo, está empezando a encallar. Los datos del tercer trimestre deberían servirnos como aviso de que no es el momento de hacer experimentos con gaseosa.
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