Opinión

Cospedal, Casado y Maquiavelo

Las grabaciones del ex comisario José Manuel Villarejo son el arma de destrucción política más formidable utilizada nunca en la España democrática. La última «víctima», por ahora, porque esto no ha acabado, ha sido María Dolores de Cospedal, ya sin remedio al final de su carrera política. La anterior afectada fue la ministra de Justicia, Dolores Delgado, que logró mantenerse en el puesto porque Pedro Sánchez no podía permitirse una tercera dimisión en su Gobierno, tras las de Huerta y Montón. El ejemplo de Delgado es el que invoca la dirigente popular para enrocarse, mientras defiende su proceder y confía en que escampe. María Dolores de Cospedal tenía planes personales antes de que la web «moncloa.com», impulsada por Alejandro Suárez, publicara conversaciones de la ex-secretaria general del PP con Villajero que, además, tampoco parece el mayor beneficiario de las filtraciones, lo que abre otras incógnitas. Cospedal, hasta hace unos días, barajaba dejar la política a finales de año. Tenía ofertas de trabajo y ya se había puesto en contacto con la Oficina de Conflictos e Intereses del ministerio de Política Territorial y Función Pública, el organismo que dictamina que un ex alto cargo no incurre en incompatibilidad al iniciar otra actividad. Ahora, todo ha cambiado. Cospedal pretende defender con orgullo sus actos, tiene dudas sobre las ofertas laborales y opta por el enroque, que es un movimiento especial del ajedrez que involucra al rey y a una de las torres. El objetivo es proteger al rey, que en el PP es Pablo Casado, y no es obvio que esa jugada le beneficie. Mientras, algunos en el PP –amigos de Cospedal incluidos– desempolvan a Maquiavelo y le recuerdan al líder popular los consejos del florentino para que el nuevo Príncipe –líder– conserve y afiance el poder.