Opinión

El Supremo, West Point y el VAR

La torpeza del Tribunal Supremo al resolver –en la práctica en falso– quién debe pagar el impuesto de Actos Jurídicos Documentados puede tener efectos secundarios. Puede, por ejemplo, afectar al desenlace del juicio contra los principales responsables del «procés», con Oriol Junqueras a la cabeza. Los independentistas son los primeros que se frotan las manos. Quim Torra, con un propósito de deslegitimación, denunciará ante la Fiscalía a Carlos Lesmes, presidente del Supremo, y a Luis Díez-Picazo, presidente de la Sala Tercera, por la sentencia de las hipotecas. Torra, con Puigdemont detrás, dispara por elevación, porque lo de las hipotecas no le preocupa. Su objetivo es crear el clima propicio para que en el futuro, la Justicia europea, que es donde acabará el asunto, falle a favor de los independentistas y que España se vea obligada a aceptar esa decisión. Políticos separatistas y abogados de los encausados incluso comentan, en tono jocoso, que el Supremo juzgará a los líderes del «procés», pero que luego intervendrá el VAR –el nuevo videoarbitraje del fútbol–, que son los tribunales europeos y ya se verá.

El prestigio del Tribunal Supremo ha sufrido por la torpeza con la que abordó el asunto de las hipotecas, lo que no justifica las protestas callejeras contra sus decisiones, algo insólito en una democracia. Sin embargo, los ecos llegarán a los tribunales europeos, siempre muy quisquillosos con ciertos asuntos, que es lo que intentarán aprovechar los independentistas y eso preocupa en el Supremo. Magistrados del alto tribunal hablan del «factor humano» para explicar lo ocurrido. Los seis jueces autores de la sentencia original que generó el debate habrían propuesto llevar el asunto al pleno de la Sala Tercera, porque un cambio de jurisprudencia suele adoptarse con el respaldo de una gran mayoría. Luis Díez-Picazo, presidente de esa Sala, prefirió no convocarlo. Un pleno con 31 magistrados, algunos enfrentados entre sí, es complicado y engorroso. Todo indica que ahí comenzó el error, sin olvidar –«factor humano»– la propia idiosincrasia de los miembros de la Sala Tercera. Son magistrados de lo Contencioso y para serlo, a diferencia de los demás jueces, deben superar dos oposiciones, y por eso se ven a sí mismos –dicen el resto de sus compañeros– como la versión judicial de los cadetes de «West Point», la élite de la élite de la judicatura. Hay errores que generan consecuencias inimaginables, más allá incluso del Supremo, West Point y el VAR.