Opinión
«Cien años» sin mayorías estables
Las encuestas electorales más recientes –al margen de la del CIS de Tezanos, que no convence a nadie– coinciden en el mapa político que esbozan. El PSOE sería el primer partido, seguido del PP –pierde votos y escaños–, de Ciudadanos –avanza en votos y diputados– y de Podemos, que retrocede y quedaría en cuarto lugar, con Vox a las puertas del Parlamento. PP y Cs rozarían la mayoría absoluta, pero no la alcanzarían. Tampoco la lograrían PSOE y Podemos. Nacionalistas e independentistas tendrían una vez más la llave para formar Gobierno, lo que no garantiza estabilidad en ningún caso. Es decir, salvo el CIS, acusado de anunciar el éxito socialista para convencer a indecisos –es la teoría de la profecía autocumplida–, nadie atisba mayorías estables. Es la consecuencia de un sistema electoral proporcional, que muestra sus carencias ante otros, como los utilizados en Estados Unidos, Reino Unido, Francia y tantos países.
Las últimas elecciones americanas «midterm» –media legislatura– son el ejemplo más reciente y prístino. Acaban de elegir a los 435 miembros de la Cámara de Representantes, equivalente al Congreso. No había listas por Estados, sino por distritos, tantos como escaños. En cada circunscripción han elegido a un congresista –diputado–. que se presentaba con las siglas de su partido, cara a cara frente a otros rivales y no emboscado en el puesto 15 ó 20 de una lista. Obviamente, el escaño va a parar a manos del que más votos obtiene, sin restos, ni aplicación de fórmulas de reparto de diputados –por ejemplo D'Hont– que pueden ser transparentes, pero con su complejidad. Ese procedimiento electoral se llama «sistema mayoritario» y suele ser demonizado por la toda la izquierda de los países no anglosajones. Sin embargo es el que garantiza más estabilidad política y atesora una historia de más prosperidad para los países que lo utilizan. Complica la representación de las minorías, pero nadie diría que en Estados Unidos –acaban de elegir congresistas a mujeres musulmanas, negras, hispanas, miembros de colectivos LGTBI, etc– las minorías no tienen voz y muy alta. Además, el sistema electoral mayoritario impidió que el UKIP fuera decisivo en el parlamento británico o Marine Le Pen en el francés. En España, Ciudadanos y Podemos reclaman todavía más proporcionalidad, algo que –por muy popular y democrático que parezca– supondría una mayor fragmentación parlamentaria y consolidaría un muy largo periodo dominado por minorías inestables, que condenaría a los españoles, como los personajes del realismo mágico de García Márquez, a «cien años» sin mayorías estables.
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