Opinión

El ingrato oficio de Pepito Grillo

Los árboles de la demagogia hipotecaria contra los bancos, la última y ahora cocinada encuesta del CIS de Tezanos y los nervios –en todos los partidos y candidatos– ante el resultado electoral en Andalucía, ocultan con su exuberancia la totalidad de un bosque cambiante y repleto de sorpresas. Eurostat, la Oficina Europea de Estadísticas, en el papel de Pepito Grillo euroeconómico, anunció ayer que, por primera vez desde principios de 2015, la economía alemana retrocedió un 0,2% en el tercer trimestre de este año. La culpa la tienen la caída de las exportaciones a China, contagio de las guerras comerciales de Trump, y los problemas de la industria de automoción germana. Puede ser algo pasajero, como ocurrió en el primer trimestre de 2015, pero es un aviso y si la tendencia no se invierte, las vacas flacas estarían a las puertas de Europa y llegarían a España en un santiamén. En román paladino, la economía española –que creció un 0,6% en el mismo periodo– sufriría los efectos, con el agravante de que afrontaría tiempos difíciles con una deuda de un billón de euros –100% del PIB– y sin haber recuperado el empleo perdido durante la crisis.

José Luis Escrivá, presidente de la AIREF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal), ejerce de Pepito Grillo económico de los Gobiernos con constancia y paciencia dignas de Job. Protagonizó encontronazos sonados con Cristóbal Montoro, que no logró callarlo. Hasta ahora, ha sido más amable con el Gobierno de Sánchez. Tiene cierta sintonía con la ministra de Economía, Nadia Calviño, y quizá menos con la de Hacienda, María Jesús Montero. El pacto presupuestario Sánchez-Iglesias no le parecía mal, pero no le cuadraban los ingresos. Escrivá, sin embargo, no ha olvidado su vocación de Pepito Grillo y, aunque ha pasado algo inadvertido –los árboles ocultan el bosque–, acaba de advertir sobre «la sostenibilidad de la deuda pública española». Defiende que España necesita un superávit primario –más ingresos que gastos sin contar los intereses de la deuda– del 2% para reducir la deuda hasta porcentajes manejables del 60% del PIB. Y recuerda que desde 1978 sólo ha habido siete años, a principios del siglo XXI, en los que se cumpliera esa condición, lo que hace que sus informes destilen cierto escepticismo. Es decir, si el traspiés económico alemán se prolonga, España, con una deuda de un billón, tendrá problemas. No lo dice la oposición, sino nuestro Pepito Grillo económico de plantilla, que ejerce su ingrato oficio aunque el Gobierno de turno haga oídos sordos.