Opinión
Otra vez, sainete postelectoral
Juan Manuel Moreno Bonilla, salvo cataclismo, será el próximo presidente de la Junta de Andalucía. Gobernará con Ciudadanos, mientras Vox mira, más o menos, hacia otro lado, al menos durante un tiempo. Todo estaba bastante claro nada más conocerse los resultados electorales, el mismo 2 de diciembre. Sin embargo, el líder del PP andaluz, no sucederá en la presidencia andaluza a Susana Díaz hasta mediados de enero, y eso en la hipótesis más optimista. España es uno de los países del mundo que más rápido y mejor realiza los escrutinios electorales. Sin embargo también es uno de los que tiene procedimientos más largos y farragosos para formar gobiernos y las Comunidades Autónomas no son una excepción. Lo dice la ley, es cierto, pero en pleno siglo XXI no se justifica que pasen 25 días desde las elecciones hasta que se constituya el Parlamento y casi otro mes para que haya investidura, si todo va bien. Mientras tanto, y para llenar los tiempos legales, ganadores y perdedores interpretan con dedicación una especie de sainete posteletoral que, en el caso andaluz, podría haber salido de la pluma de los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, en su época,claro, finales del siglo XIX o principios del XX.
El 8 de junio de 2017 los británicos votaron en unas elecciones adelantadas por Theresa May para obtener una mayoría abrumadora. Ganó, pero sin mayoría. Al día siguiente, 9 de junio, la Reina recibió a la doliente líder «tory» y le encargó formar Gobierno, lo que significaba que debería buscar los apoyos parlamentarios necesarios para tener una mayoría estable. Menos de una semana después de la cita con las urnas, el 13 de junio, el Parlamento de Westminster quedó constituido y en pleno funcionamiento, incluida la reelección del «speaker» –presidente– de la Cámara, el a veces histriónico John Bercow. Ese mismo día, el Gobierno tomó posesión y comenzó a trabajar. El que por delante, May y sus ministros, como se acaba de comprobar, tuvieran un camino de espinas es otra historia. Por supuesto, con mayoría absoluta, todo hubiera ido todavía mucho más rápido. El caso británico no es único, porque algo similar ocurre en Francia cuando cambia el presidente y el Gobierno tras las elecciones. En poco más de una semana, todo está solventado. Hay ejemplos contrarios, pero no justifican –para cumplir una ley de plazos decimonónicos– la interpretación de un largo y estéril sainete postelectoral, de final casi siempre muy previsible. Sin ir más lejos, la formación de Ayuntamientos y elección de Alcaldes es bastante más ágil.
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