Opinión
Sánchez, ante el fantasma del 1-O
Un fantasma recorre Cataluña, y no es un remedo burdo del inicio del Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Es el fantasma del 1-O de 2017, el día del falso referéndum y de los errores policiales –al margen de las provocaciones –, luego manipulados por el independentismo de Puigdemont y Junqueras. Pedro Sánchez teme que el fantasma reaparezca el 21-D, cuando el Consejo de Ministros se reúna en Barcelona. Ideado como gesto de distensión, ahora el Gobierno ni puede ni quiere dar marcha atrás, a pesar de los riesgos. Sería un signo de debilidad. La «consellera» Artadi ve «una provocación» elegir el 21-D por ser el aniversario de los comicios autonómicos «impuestos por Rajoy».
El independentismo radical suspira por incidentes ese día. Cualquier error policial, sobre todo si es de los 1.000 agentes de la Policía Nacional de refuerzo de los Mossos, despertará el fantasma del 1-0. Los CDR y otros grupos «borrakas», con la CUP detrás, pretenden impedir la llegada del Gobierno a la Lonja del Mar, con acciones en el aeropuerto, en el AVE y en las carreteras. No lograrán su objetivo, pero habrá bronca. Elsa Artadi avanza que el Govern también debe garantizar el derecho de manifestación y protesta, y nadie descarta bajas –quizá por enfermedad– de los Mossos el día 21.
A pesar de todo, siguen los contactos entre el Gobierno de Sánchez y el de Torra. Pablo Iglesias, vicepresidente virtual en horas bajas, vuelve a actuar de correo del zar. Urkullu y Ortúzar, tambien median. El PNV teme cualquier adelanto electoral. Sánchez y los suyos, sin embargo, dudan sobre qué les beneficia más: aparecer como víctimas de la intolerancia independentista o mostrar más firmeza, algo que puede conducir a la Ley de Seguridad Nacional o al 155. Y todo se reduce a ¿qué da más votos?
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