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Opinión

Gente de paz

Ya sabrán que el independentismo sigue empeñado en convencernos de que en el proceso separatista no ha existido violencia alguna y que todo ha sido una cosa pacífica y sonriente digna de «Barrio Sésamo». Ahora bien, después de tanto hablar de pacifismo, lo que ningún independentista ha sido capaz de explicarme es de dónde salen entonces los 11 policías heridos el 6-D en Gerona y Tarrasa y los 22 agentes lesionados el pasado 26 de marzo de 2018 cuando los CDR intentaron asaltar el Parlamento autonómico.

Dado que, cuando lo pregunto, todos los identitarios catalanes enmudecen de golpe y yo no deseo dudar de su buena fe, he llegado a la conclusión de que seguramente lo que se dio esa jornada fue un nuevo y sofisticadísimo método represivo de las Fuerzas de Seguridad del Estado consistente en que los policías se empezaron a pegar entre ellos ante la mirada perpleja de los asaltantes, de una manera tan cruel, que los pobres CDR huyeron despavoridos frente al trauma que provocaba en sus tiernas sensibilidades la visión de tan diabólica violencia. El pacifismo y la inocencia de los encapuchados adolescentes independentistas, inevitablemente, debió pensar estremecido que si los policías trataban así a sus amigos de qué manera no iban a tratar a sus adversarios. Aterrorizados, los separatistas se dispersaron dejando las inmediaciones sembradas de Osos Amorosos y vídeos de «La Casa de la Pradera». El único efecto futuro –probablemente indeseado– de esa sagaz estrategia de las fuerzas del orden público es que, dentro de poco, los asaltantes pondrán querellas a la policía pidiendo que les paguen los psicólogos necesarios para superar las pesadillas provocadas por tanta violencia presenciada.

Ya sé que lo que planteo suena inverosímil, pero si hemos de aplicar la lógica es la única manera de explicar la copiosa cantidad de policías que aparecen lesionados en unos hechos tan indudablemente pacíficos como los que propone el relato de los separatistas. Seguro que se trata de eso, porque está claro que tan solo a unos hombres de paz, distinguidos por la bondad de sus pensamientos, se les podría ocurrir cortar autopistas con neumáticos rociados de gasolina ardiendo.