Opinión

2019: un año de retos que no se afrontarán

El ya extinto 2018 ha sido el primer ejercicio en el que hemos podido percibir con claridad una inquietante desaceleración de la economía española. En su tercer trimestre (últimos datos oficiales), nuestro Producto Interior Bruto apenas se expandió a una tasa del 2,4%, muy alejada del 3% al que nos habíamos acostumbrado, y ya sólo una décima por encima de la media europea. Como consecuencia de ese menor crecimiento, la creación de empleo en nuestro país también se está ralentizando: el número de ocupados en ese tercer trimestre también aumentó al peor ritmo para ese período desde el inicio de la recuperación. Y lo más preocupante es que, para este 2019, las perspectivas son todavía peores. El Gobierno confía en que la economía se expandirá un 2,3% durante el conjunto del ejercicio y que el empleo aumentará a ritmos del 2%, esto es, todavía menos que hogaño. La Comisión Europea y el Banco de España son, sin embargo, más pesimistas (¿más realistas?) y no creen que vayamos a superar una tasa de crecimiento del 2,2%, lo que a la postre también implicará un menor dinamismo de la nueva ocupación. Pero si el escenario base para este 2019 ya se antoja complicado, añádanle al mismo toda la batería de alocado intervencionismo gubernamental que PSOE y Podemos pretenden desplegar en nuestra economía a lo largo este año: subida histórica del salario mínimo, incremento de las cotizaciones sociales y aumento variado de impuestos (Tasa Google, impuesto sobre las Transacciones Financieras, impuesto al diésel e incremento de los tipos fiscales en el IRPF, Sociedades y Patrimonio). Expresado con otras palabras: en medio de una coyuntura en la que la economía se está frenando, el Gobierno socialista apuesta por colocar todavía más palos en la rueda de la inversión empresarial y de la creación de empleo. Muy lejos, pues, queda la perspectiva de que el Ejecutivo apueste por combatir la desaceleración emprendiendo las reformas que todavía están pendientes dentro de nuestra economía. Por ejemplo, una fuerte liberalización de los mercados –en especial, de un mercado laboral que aún arroja unas tasas de paro que son la vergüenza de Europa– y un reajuste del tamaño y de las funciones de nuestras Administraciones Públicas para así acabar definitivamente con nuestro desequilibrio presupuestario –en lugar de perpetuar un déficit que nos lleva a que se siga acumulando peligrosamente deuda sobre las espaldas de los contribuyentes–. Por desgracia, como digo, no vamos a ver ninguna de estas reformas que tan importantes serían para afrontar con fortaleza un año en el que la ralentización se agudizará. Los principales retos a los que nos vamos a enfrentar –sobrevivir al frenazo económico con una tasa de paro y con un endeudamiento público todavía por las nubes– no van a ser atendidos por el Gobierno de Sánchez, pues su única preocupación a lo largo de este entrante año será la de apuntalarse en el poder caiga quien caiga.