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Opinión

Nelson Junqueras

De cara a la épica, al martirologio y al victimismo, no puede compararse un preso recluido en la cartuja de Lledoners con un exiliado a cuerpo de rey y calefacción central en Waterloo. Da mucho mejor resultado el primero, dónde vas a parar. Puigdemont de golpe se ha dado cuenta de ese hecho tan evidente y lleva las últimas semanas intentando revitalizar aceleradamente su actividad para chupar plano. Constata, estupefacto, que Oriol Junqueras se guía como él por la filosofía de Cela («en este país, quien resiste gana») pero que, ateniéndose a esos simples principios, le está arrebatando el prestigio simbólico entre el catalanismo. Gran contratiempo para el fugado, tan adicto al protagonismo. Creía poder construir, en base a titulares extravagantes, una especie de fama de aventurero audaz que le haría indestructible y mítico, pero ahora es víctima del síndrome de abstinencia de quien se desdibuja en prensa y redes. Por eso ha emprendido una frenética y cómica actividad donde tanto aparece de pianista como subiéndose a un «castell» con camisa roja o proponiendo formaciones políticas de pago y dietas-milagro para presos. Solo le falta colarse en la casa de Gran Hermano junto al Koala o, en su defecto, en «Got Talent» con barretina y espardeñas. Pero, atención, porque en la otra parte Junqueras ha escogido el papel de Fabrizio en «La Cartuja de Parma»; no por voluntad propia, sino traicionado por la egoísta estrategia de su ex-compañero fugado. Intenta sustituir, en los cerebros de los separatistas frustrados, la mística de Montecristo por la de Mandela que, aparte de más moderno, cuadra mejor con el cómodo victimismo característico de la burguesía nacionalista. Competición a la vista en el ranking de mártir. Lo que está claro es que nuestra clase media catalanista –el gran grueso– como siempre no saldrá a la calle más que en las fiestas de guardar de TV3. Así que las rimbombantes y patéticas afirmaciones de estos aspirantes a mártires sobre si aceptarán o no sentencias de tribunales es algo que, en cualquier caso, cada uno de ellos deberá comentar en privado con su terapeuta. Porque, a los demás, la verdad es que nos trae bastante al fresco.