Opinión
Derecho a equivocarse
El pasado jueves tuve la suerte de presentar, junto a Carmen Posadas, el libro de Beatriz Ledesma Fernández de Castillejo, titulado «Del amor y otras pasiones», sobre los artículos literarios de Clara Campoamor en el exilio. No solo quiero recomendar el libro, sino sobre todo reivindicar una vez más a su protagonista. No volveré a enumerar sus méritos porque son de sobra conocidos, pero sí quiero destacar algo fundamental que ella subrayó cuando defendió en la República el voto femenino, frente a tantos hombres e incluso frente a Victoria Kent y Margarita Nelken. Clara no negaba que existiera influencia en el pensamiento femenino de la mujeres de su sentimiento religioso y que ello las pudiera llevar a votar algo diferente a lo que querían los más progresistas de la época; pero aun así combatió para que se le trasladara esa responsabilidad a las mujeres por algo tan imprescindible como el derecho a equivocarse. Sucedió que en la primera votación femenina la previsión de cómo votarían las mujeres se cumplió, pero en la segunda ya no. Como era de esperar, nadie se preocupó de pedirle disculpas entonces a Clara, después de aquel «te lo advertimos». El hecho de que ella tratara a las mujeres como se debe tratar a cualquier ser humano, dejándole decidir e incluso errar, fue uno de los pasos más decisivos hacia la igualdad. Siempre he creído que el día en el que los desatinos de hombres y mujeres se juzguen de la misma manera, por fin habremos alcanzado la igualdad.
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