Opinión

Las cuentas nocionales no son la panacea

El sistema público de pensiones español está sumido en una crisis profunda por los desequilibrios demográficos que arrastra y que se manifestarán en toda su crudeza a lo largo de las próximas décadas. Al respecto, no existen soluciones mágicas y todo parece orientarnos hacia un progresivo recorte de las prestaciones que recibirán los pensionistas futuros: según los propios cálculos del Gobierno, la relación entre pensiones y salarios podría empeorar un 35% con respecto a sus proporciones actuales.

En consecuencia, quienes quieran contar con una jubilación más plácida deberán comenzar a ahorrar desde ya mismo para así complementar los (insuficientes) ingresos públicos con las rentas que se deriven de su patrimonio personal. Ahora bien, cada cierto tiempo reaparecen dentro del debate público algunas propuestas que, si bien pueden contribuir a mejorar la sostenibilidad y la transparencia de nuestro sistema de Seguridad Social, no son en absoluto fórmulas mágicas que vayan a evitar la debacle de las prestaciones como consecuencia de la involución demográfica. Me refiero específicamente al caso de las llamadas «cuentas nocionales», que ayer mismo el Banco de España volvió a defender como una saludable reforma para nuestro sistema de pensiones.

¿Qué son las cuentas nocionales? Son cuentas individuales de carácter ficticio en las que virtualmente vamos depositando, acumulando e invirtiendo las cotizaciones sociales que generamos cada mes. Al final de la vida laboral, cobramos una pensión que resulta de dividir el saldo ficticio contenido en esas cuentas nocionales entre el número de años de esperanza de vida que nos restan. En este sentido, pues, la ventaja de las cuentas nocionales es doble: por un lado, no comprometen por principio ninguna cuantía específica de pensiones a abonar a los pensionistas, a saber, cada cual cobra en función de lo que ha sido capaz de acumular cotizando durante su etapa laboral; por otro, el saldo de la cuenta nocional lo conocemos diariamente, por lo que en todo momento somos conscientes de cuál va a ser la pensión que –partiendo de ese saldo– no corresponde cobrar en el futuro. Es decir, la cuenta nocional otorga mayor flexibilidad y claridad al funcionamiento de la Seguridad Social: las pensiones se ajustan automáticamente a lo cotizado –sin necesidad de iniciar ningún trámite parlamentario para corregirlas– y los ciudadanos disponen de suficiente información para adaptarse a la realidad financiera del sistema (no se los engaña prometiéndoles pensiones irreales y empujándolos, por tanto, a que no ahorren tanto como debieran).

Pero, aun así, las cuentas nocionales no solventan el problema de fondo: a saber, que las condiciones de acceso a la pensión por necesidad van a empeorar durante los próximos años debido a la nefasta combinación de un sistema público de jubilación con una pirámide demográfica en abierta inversión. Las cuentas nocionales sirven para que todos seamos permanentemente conscientes de este hachazo, pero no son útiles para evitarlo. Si queremos protegernos frente al desmoronamiento del sistema público no nos va a quedar otra que echar mano del ahorro privado: no confiar en las dádivas políticas, sino en nuestra suficiencia financiera.