Opinión
El dóberman de Iglesias
Mientras la cúpula de Podemos, espoleada por primera vez desde los territorios y no desde el reducido círculo del líder (que hasta ahora había campado a sus anchas sin que nadie le rechistara), trata de recomponer el impresionante roto causado en sus filas por el ex número dos y también ya ex diputado en el Congreso, Íñigo Errejón y la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, el secretario general de la formación, Pablo Iglesias intenta hacer de la necesidad virtud. Y muy mal lo debe de estar viendo, según me confiesan algunos de sus dirigentes, para apelar a uno de los más viejos mecanismos de la «política a la desesperada»: el miedo al adversario, convertido en enemigo. Asustar a los votantes propios con el espantajo de «que viene la derecha» ha sido una constante de la izquierda española. Que se lo digan si no al Partido Socialista de hace unas décadas y al famoso vídeo propagandístico del dóberman que ideó Alfonso Guerra contra el Partido Popular. Pablo Iglesias no encuentra, al parecer, otra forma de movilizar a los suyos que sacudiendo machaconamente el demonio de Vox. Su incapacidad para atraer a sus simpatizantes en las elecciones andaluzas todavía escuece entre los dirigentes que frecuentanla sede de Podemos en la calle Princesa. Las encuestas, y eso lo saben bien Pablo Iglesias, Irene Montero y Pablo Echenique, confirman que en toda España –con la Comunidad de Madrid a la cabeza– los votantes del centro y la derecha están cada día más movilizados después del «terremoto andaluz», ya sean del Partido Popular, espoleados por la renovación impulsada por Pablo Casado; de Ciudadanos, en crecimiento sostenido en todas las encuestas; o de Vox, la marca política hoy de moda. «En las elecciones de mayo TODO EL MUNDO tiene que ir a votar para evitar que se repita lo de Andalucía y podamos construir una España de la esperanza y la prosperidad frente al odio y el pasado», ha escrito en las últimas horas El número tres de la formación, Pablo Echenique en las redes sociales. Una estrategia que continuó con el lanzamiento de una guía de la formación morada para asustar con la llegada de la derecha a los inmigrantes, un sector muy importante en las próximas elecciones municipales. El secretario general de Podemos toca a rebato para demonizar a Vox y activar un caladero de votos clave en las urnas donde ya pescó en las últimas elecciones municipales y autonómicas de 2015. El colectivo de inmigrantes buscó de buena fe entonces en Podemos un refugio ante la política de recortes impuesta por la crisis brutal que Mariano Rajoy heredó de la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero, cuatro años después, la demagogia, las guerras internas por el poder y la traición a las tan «cacareadas» esencias propias –el escándaloso chalet de 600.000 euros de la pareja dirigente en Galapagar– amenazan con dejar en casa a muchos de los antiguos votantes de Podemos. Sin duda, será en mayo cuando sabremos si la vieja receta del «miedo a la derecha» les da suficientes réditos y salva a los de Iglesias del «macht ball» que planea sobre ellos a modo de nueva debacle electoral. El líder morado a su vez enfanga el terreno de juego para tratar de ocultar que cada vez está más cuestionado internamente en su organización y fuera de ella por sus «inscritos». Intentará hacer creer que Vox – «la ultraderecha», como a ellos les gusta referirse sin mayores matizaciones–, más que una legítima opción política que aglutina el desencanto de muchos españoles, es el verdadero «diablo» a combatir. Ya se sabe: al recurso del miedo al enemigo externo siempre se recurre cuando las cosas van mal. Pese a que revele debilidad y desesperación antes que fortaleza. Desde luego. Porque cada día más votantes de Podemos consideran que el problema son sus propios mandatarios, que se devoran unos a otros.
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