Opinión

Fraude de ley

Fue hace décadas, cuando aún vestía yo la toga de abogado. Me encontraba en el interior de una sala de vistas distrayendo la espera de mi turno observando el juicio que se desarrollaba en ese momento. El abogado de una de las partes se empeñaba en retorcer la normativa vigente y, en un momento dado, bastante harto, el juez lo amonestó por estar realizando un uso del derecho que rozaba el fraude de ley. Prudentemente, el letrado procuró comportarse de la manera debida. Me he acordado de ese episodio durante esta semana contemplando en directo el juicio de los golpistas de Cataluña. Al parecer, algunas defensas son expertas en representar a nacionalistas catalanes acusados de corrupción. No tengo nada que objetar a esa labor porque creo que violadores, terroristas, narcos y corruptos tienen también derecho a la defensa. Sí me parece más objetable el ínfimo nivel jurídico de sus argumentos – algunos eran de cero zapatero en exámenes de primero de derecho – y, sobre todo, que desde el principio haya quedado de manifiesto que no pretenden sólo lograr la absolución de sus patrocinados sino también presentar a España como una nación perseguidora de las libertades a ver si prospera y en Estrasburgo anulan una más que previsible y justificada condena. No tengo la menor duda de que si los acusados no fueran los golpistas de Cataluña y se tratara de una causa ordinaria contra un señor de Cuenca, el juez de turno ya habría llamado la atención a más de un letrado por andar jugueteando con el fraude de ley. Tampoco dudo de que se habría permitido a VOX formular las preguntas que no responden los acusados como pasó en el procedimiento contra la infanta Cristina. Seguramente, el Tribunal Supremo pretende evitar caer en la trampa tendida por las defensas y así para impedir que prospere en Estrasburgo los magistrados tolerarían hasta que Junqueras ventoseara en la sala para que no se alegara que la retención de gases abdominales afecta a su derecho a la defensa. Que la actuación de los letrados haya sido hasta ahora verdaderamente raquítica en términos estrictamente jurídicos resulta lamentable. Aún más me lo parece que la línea de defensa parezca limitada a invocar el siniestro espectro del fraude de ley. Sin embargo, con el corazón en la mano y conociendo la trayectoria del nacionalismo catalán durante décadas, ¿puede sorprenderle a alguien?