Opinión

Democracia de audiencia

Me confiesa un veterano diputado del Partido Popular, resignado pero comprensivo con la decisión de Génova que le ha tocado de lleno: «En política, tan importante es saber cuándo hay que dar un paso adelante, como entender cuándo hay que darlo hacia un lado». No todos piensan igual, por supuesto. Como es lógico y tradicional, los partidos son en estos días un hervidero. Las cúpulas tienen que hacer equilibrios bajo la máxima de los grandes almacenes en periodo de rebajas: «Antes de entrar, dejen salir», piensan los secretarios generales y responsables de Organización cerrando las candidaturas para las urnas del 28-A.

En el PP, la prensa poco afín habla y agita el «espantajo» de la purga. Pero Pablo Casado está haciendo precisamente aquello para lo que le eligieron los militantes en primarias, y posteriormente los compromisarios en el Congreso Extraordinario en el que derrotó a Soraya Sáenz de Santamaría. Renovar y rejuvenecer sus siglas y abrir las ventanas para que salga el aire viciado durante años en los que la formación ha permanecido cerrada a cal y canto por aparatos lejanos. Busca que entre viento fresco comprometido con otra forma de hacer política. Luego, acertará o no, eso se verá cuando se abran las urnas. En cualquier caso, maneras nuevas que los españoles ya exigieron en 2015 cuando Ciudadanos y Podemos irrumpieron en la escena con la bandera de la regeneración. Visto lo visto, con mayor voluntad que acierto, dicho sea de paso.

Claro, es la hora de la generosidad. De la buena disposición y la altura de miras de esos políticos que, habiéndolo sido todo, deben al PP la mayor parte de su éxito personal; es lógico que ahora den un paso atrás –o acepten de buen talante que otros les obliguen a darlo– para abrir las listas a la savia nueva, a caras que no son las de siempre, que intenten «reconectar» al partido del centroderecha con su electorado y con la sociedad española. Es más, Casado no debe quedarse ahí, en las listas para el Congreso y Senado. Un mes después llegan las elecciones municipales, autonómicas y europeas y el PP deberá «meter mano» a miles de candidaturas para los más de 8.300 ayuntamientos y 15 comunidades autónomas. Génova debe seguir cumpliendo ese compromiso que el nuevo líder popular y su equipo firmaron en el cónclave del partido. Apear de las listas a todo aquel político salpicado –en el grado que sea– por casos de corrupción, a cientos de cargos públicos aferrados desde hace décadas a un coche y un despacho con el único mérito del sometimiento a las élites partidistas regionales, provinciales y locales. Los nuevos tiempos piden otras caras. Militantes jóvenes, por cierto, sobradamente preparados y con una renovada visión del servicio público a España y a los españoles en un momento de encrucijada histórica para nuestro país.

Y si a esta renovación en la que Pablo Casado ha embarcado al PP se añade el fichaje de personajes independientes –al igual que el resto de partidos se ha lanzado también a hacer–, actores de la sociedad civil, periodistas, empresarios con inquietudes políticas y vocación de servicio, pues bienvenidos sean. El tiempo y la actividad pública separarán el «grano de la paja». Los que tiran y los que restan. Y distinguirán entre los arribistas que llegan por medrar y los que vienen para aportar otra forma de sentir. Sin menospreciar, desde luego, que vivimos momentos propicios para los «golpes de efecto», días de líderes ocupados en la atracción mediática que ciertos famosos proporcionan a nuestra «democracia de audiencia».